- Analista internacional
No bien volvió desde Singapur a Estados Unidos, el presidente Donald Trump tuiteó para tranquilizar a sus compatriotas: “Todos pueden sentirse más seguros que el día que asumí la presidencia…”. “Ya no hay una amenaza nuclear de Corea del Norte”. ¿Alguna vez la hubo? Lo concreto es que los norcoreanos realizaron una serie de detonaciones atómicas y lanzaron una serie de cohetes de largo alcance. Pero de allí a que contasen con armas nucleares operativas, capaces de alcanzar Estados Unidos continental, había un largo trecho. Ello no impidió a Pyongyang amenazar, en más de una oportunidad, con despachar una ojiva en caso de ser atacados.
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Los que deberían suspirar aliviados son los surcoreanos. Seúl, la capital de Corea del Sur, está a escasas decenas de kilómetros de la frontera y al alcance de la artillería convencional norcoreana. Durante una visita a Seúl, hace un par de años en que subió la tensión entre ambas coreas, pude apreciar cómo la gente seguía con sus vidas con absoluta normalidad. “Estamos acostumbrados a los berrinches de nuestros vecinos” era, con pocas variaciones, la respuesta de los consultados. De hecho la iniciativa de paz en curso, que debería llevar a la desnuclearización de la península, fue iniciada por el presidente Moon Jae-in. Los lanzamientos de cohetes fueron correctamente leídos por Moon como el deseo de los norcoreanos por abrir negociaciones.
El presidente norcoreano Kim Jong-un debe sentirse muy satisfecho luego de su encuentro en Singapur con su par estadounidense. Por lo que ha trascendido, Trump ofertó dos días para las conversaciones, pero Kim replicó que sólo disponía de un día. En las escasas horas que pasaron juntos, el dictador norcoreano logró dos concesiones mayores de Washington. Una, fue la suspensión de los ejercicios militares realizados dos veces al año por decenas de miles de tropas estadounidenses y surcoreanas. Trump admitió que los juegos de guerras eran provocativos. Además, señaló que las maniobras militares eran caras y que su paralización permitiría ahorrar dinero. Argumentación novedosa proveniente de un gobierno que viene de incrementar el gasto bélico. La segunda señal favorable para Kim fue el anuncio de la voluntad de retirar los cerca de treinta mil efectivos estadounidenses estacionados en forma permanente en Corea del Sur. Ello, si, en un plazo por determinar y dependiendo de como marche el proceso de desarme. La oferta va en la dirección contraria a la tendencia actual de reforzar la presencia militar del Pentágono en Asia de cara a China.
Era previsible que Kim y Trump volverían proclamándose los vencedores del insólito encuentro. Los norcoreanos se congratulan, pues estiman que gracias a su poderío militar lograron sentar, en igualdad de condiciones, a un pequeño y frágil país con el presidente de la primera superpotencia. Trump, a su vez, debe aspirar a no ser menos que el presidente Barack Obama y conseguir un Premio Nobel de la Paz. Es muy improbable que lo logre. Si alguien lo merece es Moon, el tesonero y hábil mandatario surcoreano, que ha dedicado su vida política a mejorar las relaciones entre ambas Coreas.
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