Opinión

La otra primavera

  1. Sacerdote y columnista. Twitter: @hugotagle

La Iglesia católica crece en el mundo. Así lo dicen tanto estudios de las Naciones Unidas como el informe anual del Vaticano. Cierto que en Occidente se estancó o va en retirada. Paradojalmente, esto que a mí me entristece, resulta ser un «signo positivo». En la baja adherencia a la fe católica en algunos países se descubre lo más precioso de ella: la libertad. En efecto, la Iglesia se entiende a sí misma como una barca de remeros libres, en la cual nadie está obligado a quedarse. ¡Las puertas están abiertas para irse cuando quiera! De lo que hay que preocuparse -y llama la atención que no se escriba y denuncie más- es la falta de libertad en muchas regiones, donde se colocan trabas a las personas para adherirse a una u otra religión.

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La Iglesia sirve desinteresadamente en muchísimas regiones del mundo, sobre todo a los más pobres. Y a través del servicio, muchos sienten curiosidad por saber más de este Dios de los cristianos. Pero no pueden. Les puede costar la vida. La libertad de que gozamos los cristianos en Occidente es inexistente allí. Y eso hay que denunciarlo. No es una verdadera religión aquélla que obliga a sus fieles a adherirse a ella, o peor, impide que la dejen.

La Iglesia católica es la más perseguida. Cada nueve días, un sacerdote es asesinado en alguna parte del mundo. Se han asesinado más católicos en este siglo, única y exclusivamente por su fe, que en los dos mil años de la historia de la Iglesia. La Iglesia sigue siendo «Iglesia de mártires».

El número de católicos sería muchísimo mayor en muchos países si no fuese por las trabas, prohibiciones y persecuciones que sufren en ellos. Hablamos de una Iglesia en las catacumbas en muchas partes, lamentablemente. Y no me atrevo a nombrarlos aquí por temor a represalias contra los misioneros allá. Así de mal está la libertad religiosa en el mundo. Y ninguna palabra de la prensa internacional sobre eso. ¿Sabe por qué? Temor. Y negocios. Los países occidentales cierran los ojos ante la falta de libertades de los países de la órbita petrolera, por temor a perder «amistades». Cobardes.

Pero, volviendo a nuestra «copia feliz del Edén», es cierto que la Iglesia sufrirá bajas en Chile, consecuencia de los abusos cometidos por algunos de sus miembros. Éste será un tiempo de expiación, purificación y renovación en la fe, como lo ha pedido el Papa.

Pero llegará el 8 de diciembre y veremos al mismo millón y más de personas camino a Lo Vásquez a saludar a la Santísima Virgen. Otros cientos de miles camino al San Cristobal. Suma y sigue. La fe profunda, sólida, de la gente sencilla, de los más pobres, del pueblo chileno, se encuentra incólume. Y eso es un regalo enorme para Chile.

Se sea o no creyente, es bueno contar con una «familia espiritual»; un espacio donde uno se sienta en casa. Al final de la vida, será esa comunidad la que le dé cobijo, apoyo y paz. Los hijos se van. La gente se va quedando sola. Tener «vida religiosa» es importante. En fin, dele vueltas.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

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