Opinión

La solución de Bahá

  1. Obispo anglicano y ex capellán protestante de La Moneda

Muy al interior del antiguo sector de Jerusalén, Bahá, el dueño del pequeño negocio donde venden sandalias “como las que usó Jesús”, me contaba: “Mi vecino es judío, yo soy palestino. Si él necesita una taza de azúcar, me la pide y yo se la doy. Si yo necesito un poco de pan, se lo pido y él me lo da. Es que nos conocemos y nos tenemos confianza. Él sabe que yo no le voy a hacer daño, y yo sé que él cuidaría de mis hijos cuando juegan en la calle delante de su tienda, igual que sus padres me cuidaban a mí”.

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Después de venderme un par de sandalias (¡algo caras por “ser de cuero de camello”!) nos hizo subir amigablemente, a mi esposa y a mí, a su hogar de tres pisos, habitada por su familia a lo largo de seis generaciones, construida de enormes bloques de piedra que parecían tan viejos como el Templo de Salomón y que se abrían a túneles entre los milenarios muros, con el dulce aroma de especies condimentas orientales impregnado en ellos.

Mientras su madre nos servía un exquisito café lleno de hierbas misteriosas, le había preguntado: “¿Cuál es tu solución, Bahá, a los conflictos territoriales y políticos en esta ciudad?”

A pesar de los dolores, iras, odios y atropellos sufridos por ambos lados del conflicto árabe-judío, no sería ni la violencia ni la política agresiva, decía él, la solución, sino el encontrarse, conversar, conocer el dolor del vecino, aunque era “el enemigo”, llegar a establecer relaciones de amistad y confianza. Es sólo eso lo que derrota la suspicacia que quiebra las relaciones: la comprensión y el negociar en buena voluntad, transar algo de lo de uno, respetar lo del otro.

De regreso, en el avión le hice una pregunta similar al primer obispo mapuche y anglicano de nuestra historia, don Abelino Apeleo. Su respuesta iba en la misma dirección que la de Bahá.

“A pesar de robos, concertadas intrigas de la oligarquía y fuerza empresarial del siglo 19 y 20 para subordinar y despojar a los indígenas, las soluciones llegarían a través de la amistad, a medida que nos conozcamos bien, nuestros jóvenes se eduquen bien, desarrollamos bien nuestras tierras y nos logremos conocer hasta que el prójimo comprenda nuestro dolor”.

Parece que demora mucho aprender estas lecciones. En Irlanda, España, Rusia, China y varios países asiáticos y europeos orientales se cansaron de matarse. El siglo 20, marcado por las ideologías dialécticas que obligaban a identificar y eliminar al “enemigo” fue el siglo más cruel y salvaje de la historia humana. ¿Cuándo vamos a aprender?

“Ama a tu prójimo como a ti mismo… ama a tus enemigos”, es más que un romántico ideal inalcanzable. Es reconciliación y vida juntos.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

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