Opinión

El mexicanazo

  1. Analista internacional

Hay un punto sobre el cual coincide la mayoría de los mexicanos: las cosas no podían seguir como están. La corrupción rampante invade todos las actividades públicas y privadas. Las trasgresiones, desde los más de 30 mil homicidios anuales, al cohecho generalizado, han llevado a México al límite de convertirse en Estado disfuncional. Ante esta realidad reemerge, en su tercer empeño por alcanzar la presidencia, Andrés Manuel López Obrador (Amlo). Que los mexicanos vieron en él la esperanza del cambio está a la vista: obtuvo 53%, con una participación electoral récord de 62%. No fue sólo su figura, su partido, Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), tendrá además mayoría en ambas cámaras. Son resultados notables si se tiene en cuenta el alto nivel de fraude. En mi condición de observador internacional en Ixtapalapa, en la Ciudad de México, pude apreciar incontables irregularidades. Otro tanto constataron cientos de colegas observadores.

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Amlo debió enfrentar las ya consabidas acusaciones de que tornaría al país en una nueva Venezuela, que era un populista. En definitiva, el electorado optó por no más de lo mismo. En primer lugar, está la promesa de “cortarle el copete a los privilegios”, como denomina a la corrupción. Es tal la magnitud del fenómeno, que el nuevo gobierno, que debe asumir el 1 de diciembre, estima que puede recaudar el equivalente al 2% del producto interno bruto por la mera disminución de transacciones irregulares. Luego está la redistribución de la riqueza, que doblará las pensiones de los más necesitados. A los jóvenes, los grandes protagonistas de las elecciones, les ha ofertado becas y a los “ninis”, aquellos que no trabajan ni estudian, un ingreso si se inscriben en cursos de capacitación en algún oficio.

En el plano económico, la apuesta es por fortalecer el mercado interno, con sustitución de importaciones y respaldo del gobierno para áreas estratégicas como la explotación petrolera. Todo bastante a tono con su vecino del norte. Además, repondrá sobre la agenda la seguridad alimentaria. Su meta es: “Producir en México los alimentos que consumiremos”. En materia de seguridad, el objetivo es desescalar en forma gradual la calamitosa “guerra contra el narcotráfico”, que es responsable de una alta proporción de la violencia actual. Para retirar a las fuerzas armadas de la lucha contra los carteles, propone la creación de una Guardia Nacional entrenada y equipada para intervenir en la zona gris en que operan los narcotraficantes y sus aliados que trafican seres humanos. Como una señal de la seriedad que Amlo asigna a esta tarea, ha dicho que encabezará a diario las reuniones del gabinete de seguridad.

En lo que toca a la política exterior, el próximo gobierno buscará retomar los ejes clásicos de respaldo a la autodeterminación de los pueblos. Con Estados Unidos, al igual que gobiernos anteriores, buscará disminuir los puntos de fricción, asumiendo la defensa de los migrantes y rechazando el racismo. México, en todo caso, obtiene uno de sus principales ingresos externos de las remesas, el dinero que millones de mexicanos envían a sus familias desde Estados Unidos.

Los retos para Amlo son tan formidables como el éxito que obtuvo en las urnas.

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