Se volvió a instalar el tema de la eutanasia. Pareciera que un grupo de congresistas no tiene mucho trabajo y se entretienen con propuestas que poco y nada aportan al desarrollo del país. ¿Bajará el desempleo? ¿Mejorará la educación? ¿Tendremos mejores pensiones? ¡Nada de eso! Pérdida de tiempo que se debería dedicar a cientos de temas de mayor urgencia. Pero, dado que se discute, un par de puntos.
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Hay que defender la vida desde su concepción hasta su ocaso natural. La Iglesia la defiende con tanta pasión, que incluso ahora el Papa Francisco introdujo una modificación al texto sobre la pena de muerte en el Catecismo Católico señalando que: «La Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona, y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo».
No hay excepción alguna. Pues bien, tanto más en la defensa de la tercera edad. La preocupación parlamentaria debería enfocarse en mejorar la calidad de vida de la vejez chilena y no ¡en eliminarla! Es fácil inducir a alguien que su vida no tiene sentido, que mejor se muera, que su dolor no tiene solución. La eutanasia es un recurso egoísta que sólo busca desentenderse de los más débiles y no mejorarles su vida. Insisto: es fácil hacer creer a las personas, sobre todo enfermos, débiles, abandonados, que sobran, que estorban. ¡Tenga cuidado, buen lector, con apoyar esta moción! El día de mañana le puede tocar a usted.
Tenemos una sola certeza: la muerte. La hermana muerte, de la que habla san Francisco. Y esto, que pareciera fatalidad, es ley de vida. Para los creyentes, el paso necesario para la verdadera vida, la eternidad, el cielo. Para los no creyentes, para quienes creen que la vida es sólo esto y luego la nada, pues ¡tanto más deberían querer mantenerse en esta vida! y quererlo para los demás.
El grado de civilidad y cultura de una sociedad se muestra en el cuidado de sus ancianos, enfermos y niños. Estamos al debe en los tres ítems. La propuesta de una ley de eutanasia, vale decir «la provocación intencionada de la muerte de una persona que padece una enfermedad incurable para evitar que sufra», revela egoísmo, falta de ideas, desprecio por los más débiles. Mejor no recordar los oscuros regímenes que se deshacían de los «imperfectos».
Sí hay que cuidar en no caer en un ensañamiento terapéutico, también llamado encarnizamiento terapéutico. Quizá algunos legisladores piensan en ello y ahí debemos ser cuidadosos. Por desgracia, ello es una práctica común en la medicina actual. La idea de hacer «todo lo posible» por salvar una vida, es cosa correcta, pero se transforma en una obsesión por mantener la vida a cualquier precio, siendo que la naturaleza ya dice otra cosa. Sin duda se debe hacer todo «lo humanamente posible» por conservar la vida, pero la medicina debe reconocer humildemente (y los pacientes y parientes con ella) que hay límites y que en algún momento hay que aceptarlos, por duro que resulte. Diga Sí a la vida, siempre. Es lo mejor.
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