Opinión

“¡Se vienen los evangélicos!”

  1. Obispo anglicano y ex capellán protestante de La Moneda

Cada vez más la ciudadanía es sorprendida por el auge del movimiento evangélico en Chile. Desfilan enormes marchas por Jesús en todo el país (según cifras de Carabineros el año pasado fueron 200 mil en la capital y en las regiones otros tantos miles) y se escucha su apasionada defensa de la vida del por nacer y de la familia. Seguro, no todos los evangélicos comparten las mismas pancartas y gritos, pero 90% sí. Y, por lo tanto, constituyen una cada vez mayor fuerza política. El 31 de octubre, cada año, se celebra lo que estableció un generoso gobierno de la entonces Concertación, apoyado desde todos los sectores parlamentarios: el Día de las Iglesias Protestantes y Evangélicas. El paquete del feriado y la Ley de Cultos, los ha visibilizado ante el país. Tienen cada vez mayor inserción social, cultural y política, a tal punto que en las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias, dicen haber influido en el resul-tado final, trasladando, en segunda vuelta, un masivo apoyo desde Juan Antonio Kast al candidato Sebastián Piñera y logrando, de paso, tres escaños (“las primicias”, dicen) en la Cámara Baja.

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El actual Presidente es gran admirador de los evangélicos y de su tarea social. Tengo recuerdos de cómo entró a la capilla, durante su primer gobierno, con gran entusiasmo después de haber visitado la Calle Cuatro de los evangélicos en la Penitenciaría, hablando fuerte: “Oiga, capellán, ¡qué gran obra están haciendo los evangélicos en la cárcel! Quiero que les diga cómo los admiro…”. Después venían ex rufianes evangélicos a las celebraciones en La Moneda, levantando la Biblia y, con la voz ronca y sonora del predicador de las calles, decían fuera de todo protocolo: “Mire, Presi, usted tiene que entender algo… la solución a Chile entero la tiene el gobierno debajo de sus narices en las cárceles: es el Evangelio que predicamos allí. A mí me transformó Cristo de ser un vil asesino y ladrón ¡a este amoroso ciudadano que usted ve acá!”. Al Presidente sólo le quedaba asentir con un “¡amén!”, junto a toda la demás concurrencia de 600 pastores y obispos evangélicos.

Para entender a los evangélicos hay que partir de allí. El movimiento es vivencial y testimonial, mayoritariamente compuesto del pueblo obrero, similar al de los metodistas en Inglaterra a fines del siglo 18, que transformó a esa nación. Antes que comenzara el avivamiento de 1909 en Valparaíso, desde donde surge el dinámico movimiento que ha llevado a casi 20% del país a sus filas (cifras oficiales hablan de 16,62%), ya los protestantes eran influyentes, normalmente desde sus iglesias de inmigrantes ingleses, luteranos, escoceses, para apoyar la separación de iglesia y estado lograda en 1925. Desde entonces, su evangelización sistemática de todas las esferas del país ha sido objeto de estudios académicos bajo títulos como “¡Cuidado… aquí vienen los evangélicos!”, de Peter Wagner. Hoy son profesionales, PhDs y políticos. Según expertos, lejos de un triunfalismo vacío, proponen la misión transformacional del país. Ese es el sentido de su conocida declaración: “¡Chile para Cristo!».

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