- Sacerdote y columnista. Twitter: @hugotagle
Son más las cosas que nos unen, que las que nos separan. Contamos con todas las condiciones para ser un país próspero, pacífico, más unido y justo. Se dice que sufrimos el síndrome de los países que están “a punto” de cruzar el umbral del desarrollo. Siempre a punto, peleando subir ese peldaño mezquino que pareciera cada tanto alejarse. Pero está ahí. Y lo sabemos. Es posible hacer de Chile un país desarrollado, con mejoras notables en educación, trabajo, ciencia y tecnología. ¿Qué pasa que no se logra? Uno se desconcierta. Y desencanta. ¡Pero no tiremos la toalla!
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En Chile, nadie sobra. Hágase la idea, querido lector, que tendrá que convivir con “sus peores enemigos” siempre, hasta su muerte. Y mejor cambiar de actitud. Nada peor y más limitante para el desarrollo que quedarse entrampado en odiosidades y rencores. No se trata de hacer de Chile un club de puros buenos amigos. Las diferencias enriquecen, sirven para crecer y perfeccionar el propio punto de vista. Nadie es dueño de la verdad.
Un buen ejercicio en este septiembre, en estas Fiestas Patrias, es reflexionar en torno a los elementos que nos unen y permiten ser mejores.
Recuerdo aquí el célebre texto del cardenal Silva Henríquez “Mi sueño de Chile”. Dice don Raúl: “Me preguntan por el país que sueño o que deseo. Y debo decir que mi deseo es que en Chile el hombre y la mujer sean respetados. El ser humano es lo más hermoso que Dios ha hecho. El ser humano es ‘imagen y semejanza’ de Dios. Quiero que en mi patria desde que el ser humano es concebido en el vientre de una mujer, hasta que llega a la ancianidad, sea respetado y valorado. De cualquier condición social, de cualquier pensamiento político, de cualquier credo religioso, todos merecen nuestro respeto”.
Sí, un país en “que se pueda vivir el amor. ¡Esto es fundamental! Nada sacamos con mejorar los índices económicos o con levantar grandes industrias y edificios, si no crecemos en nuestra capacidad de amar”. El cardenal Silva invita a poner especial atención en los jóvenes y familias: “¡No abandonen a los jóvenes! ¡Escúchenlos, miren sus virtudes antes que sus defectos, muéstrenles con sus testimonios un estilo de vivir de manera entusiasta!”.
Y por último, nos dice: “Quiero para mi patria lo más sagrado que yo puedo decir: que vuelva su mirada al Señor. Un país fraterno sólo es posible cuando se reconoce la paternidad bondadosa de nuestro Dios”.
Volvamos la vista al Creador, por quien legítimamente hablamos de “patria”, que quiere decir padre. Un elemento crucial para hablar de país unido, justo y desarrollado. Que la Virgen del Carmen, patrona de Chile, nos regale unidad, paz y alegría. Rescatemos los puntos de unidad. El secreto del verdadero progreso y desarrollo. ¡Viva Chile!
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