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Estos días, dos de los diccionarios de referencia de habla inglesa han señalado la que consideran la palabra más destacada para este año 2018.
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El primero fue el diccionario Oxford, que la semana pasada declaró a “toxic” el término de este año. Tóxico, como las relaciones tóxicas, como la masculinidad tóxica, como como los políticos tóxicos, como el aire tóxico.
Estamos alerta. Nuestro ambiente se ha vuelto tóxico. Vivimos en ecosistemas dañinos para nuestra propia vida. Es una especie de suicidio de la especie humana el que estamos viviendo. Gente odiando por odiar y pensando que eso puede cambiar algo. Negadores del daño, como el presidente Trump y el cambio climático.
Estamos depredando especies marinas con el abuso del plástico. Estamos deforestando los bosques. Estamos erosionando la tierra. Las industrias generan emisiones que son dañinas para nuestra respiración. Pero, por supuesto, nos refugiamos en nuestros departamentos para ver Netflix y olvidarnos un poco inyectándonos Big Data para resistir.
Nuestra convivencia se vuelve insegura. No sabemos quiénes son las personas en las que podemos confiar. Se caen nuestros ídolos de infancia. Dejamos de creer en nuestros referentes y sólo nos quedan los superhéroes. Nuevas religiones como la astrología se toman las conversaciones para poder inventar una posibilidad de seguridad. Un mapa para avanzar en torno al caos, pero que funciona como una suerte de placebo para resistir que al final no sabemos dónde terminan nuestras propias historias. Que quizá es más seguro no tener hijos para no dañarlos ni vivir en deudas, en una sociedad donde lo único que al final importa es el tamaño de nuestros bolsillos.
Total, en el panteón de la ficción de historietas encontramos ídolos más impolutos. Y al final, muchas veces son millonarios.
Sentimos que todos buscan salvarse como puedan, como si fueran los últimos retazos de un capitalismo tardío.
También desconfiamos de nuestros vecinos, de los migrantes del país de al lado, de las caravanas que buscan una oportunidad en un país que los mira extraño. Policías que fueron hijos de inmigrantes disparan balas a nuevos migrantes que no entran en rejas enormes y famélicas.
Es un crepúsculo. Un final de fiesta. Es el último track de los discos que escuchamos en los 90. Estamos a punto de cerrar todo. Se acabó el tracklist amigos. Estamos llamados a algo nuevo, pero no sabemos cómo va a ser.
El sitio dictionary.com indicó que su palabra de 2018 era “misinformation”, que en castellano podríamos traducir como “paparruchada”, un rumor o una noticia falsa en la cual la gente prefiere creer.
La multiplicidad de voces nos tiene perplejos y confundidos. Somos desconfianza y producimos desconfianza. Necesitamos creer en la verdad que mejor nos convenga, aunque sea al precio de destruir la paz social.
La Humanidad se vuelve tóxica a punta de paparruchadas.
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