- Comunicador multifacético, experto en marketing y redes sociales y emprendedor por naturaleza.
Estamos en una época donde las emociones conducen. Más allá de las fiestas, somos lo que sentimos sobre los demás, más aún cuando podemos elegir qué vemos y cuando eso sucede, gracias a nuestras redes sociales, se provoca una permanente alerta de “ese otro”. Hay veces en que a esos otros los queremos (mejor de los escenarios) y está bueno saber de ellos. Me pasa cuando veo un amigo de los que no hablo mucho y le pregunto, por ejemplo, por algún hijo, como un gesto de amabilidad. Muchas veces me he visto respondiendo “genial, sigo esa cobertura”, como si estuviera poniendo al mismo nivel un acto de colegio y una declaración de Donald Trump sobre la FED.
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Es que internet, en nuestra burbuja de filtro que es la data que recopila por nuestro navegador, lo que sale en redes sociales y nuestras búsquedas nos va identificando sin darnos cuenta con contenidos que nos agradan o nos desagradan entregando más y más de eso.
Sobre este último punto quiero plantearles algo. Algo que he hablado con personas a las que amo y creo que puede ser un buen regalo para los que están de pronto demasiado alienados con Instagram Stories o enojados en Twitter.
Odiar no es sano. Es más, alguien (una empresa) está ganando dinero con tu odio.
Les pones atención a vidas de otros. Y ves a veces tu vida y no está tan buena como ese filtro que pone la edición de los momentos de una persona X, que tiene un patio más grande que el tuyo, por ejemplo, o un emprendimiento que parece que se financia gratis.
Detrás de esa exhibición de felicidad, no hay tal. Eso es lo primero que hay que asumir: todos vamos al baño. Todos nos enfermamos. Todos nos sentimos miserables y llenos de preguntas a lo menos una vez al día. Entonces, poner ese texto en tu cabeza cada vez que miras algo es relevante.
Sobre la actualidad, algo similar: es cierto, casi todo es un desastre y la era de la transparencia exige que las cosas se vean y no se escondan más. Pero, por favor, un poco de perspectiva: la gente no ha dejado de ir al supermercado, los niños siguen jugando, la gente intenta sobrevivir en todo el mundo y aunque sí, la desigualdad enoja y desespera, es probable que leas esto desde un aparato que tus abuelos no tenían o por lo bajo en un diario gratis (¡antes todo se cobraba!), por tanto la información circula y eso es mejor.
Entonces cuando veas que todo el tiempo te ofrecen algo que te hace sentir enojado o mal, pregúntate cuándo pusiste atención en tu mismo sistema digital a otra cosa. A tu grupo favorito de música, por ejemplo, en comparación a ese político que odias tanto y vuelve a aparecer en tu timeline. O esa persona que te hace pensar “qué imbécil” y vas y la dejas una y otra vez aparecer.
Yo tomé una decisión hace tiempo: silencio a los que me hacen tener malos pensamientos. O que están en esa vibra de estar todo el tiempo en una guerra contra su propia sombra.
Es una opción casi política, de supervivencia. El día tiene 24 horas. Duermo aproximadamente 7 y tengo que trabajar por lo bajo 8. No puedo destinar todo el tiempo a lo que me hace sentir mal. Invito a que usted lo haga. No sea un producto para que le muestren banners. Que tenga un feliz 2019.
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