- Comunicador multifacético, experto en marketing y redes sociales y emprendedor por naturaleza.
Hice dos amigos nuevos el año pasado. Estaba haciendo conteo. Partamos de la base de definir un amigo en el siglo 21. Un amigo es alguien con el que uno quiere conversar y no es parte de la familia. Saquemos la asquerosa definición de Facebook, porque eso está alcanzando los mismos ribetes que agregar gente a una lista de teléfonos en el móvil. Ejercicios de data secreta en la vida diaria: si entras al menú de tu celular, si tiene Android puro, te muestra con qué personas hablas más, automáticamente. En el mío se ve a mi pareja, mis jefes, compañeros de trabajo con los que bromeamos mucho en un chat grupal y dos personas nuevas.
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¿Cómo hablo con esas dos personas nuevas? Por Whatsapp. En general. Digamos que han pasado a ser “gente que me interesa que marque los dos tickets”. Y he tomado café con esas personas.
El café es una maravilla, porque justifica el rito social de conversar. Se volvió transgresor hablar. Me he peleado con amigos. En general, la pelea con amigos se basa en las expectativas del otro sobre el comportamiento (sintetizado en un ¡qué decepción, hueón!) o en romperle las pelotas al otro, en relación con lo que ese otro estima. Una vez me peleé dos años con un amigo porque a su vez era amigo de un troll mío. Uno tiene trolls porque uno proyecta algo que no le gusta a ese otro, entonces le entrega una épica. Como me jodía mucho, disfruté una desgracia personal y bueno, se generó el distanciamiento. Ahí aprendí esa fórmula. Querer a los amigos, es también soportar a los amigos de ese otro. Fuera de eso, también uno deja de ser “tan amigo” cuando pierde el contexto de las otras personas.
Soy de esos amigos culposos. Siento que siempre estoy interrumpiendo y en general me sorprendo porque no es tan necesario “dar disculpas” para hablar a horas poco correctas. Creo que ése es otro detalle de ser amigos. Hay un acuerdo de atemporalidad. Un amigo no tiene horario.
Con los años, uno aprende que no todos quieren ser amigos. Que quizá uno enfrenta la vida con ciertos lentes, pero el resto tiene los filtros propios, algunos oscuros, otros sólo pueden ver de lejos y otros necesitan estar cerca. Uno a veces quiere ser amigo del mundo porque la ansiedad social, de estar rodeado de personas, no es algo que se entrena nada mas que en la obligación del colegio o la universidad. Y después eso se acaba en el cubículo de la oficina. Entonces cuando sale, intenta conversar o desarrollar algo.
También pasa que uno, cuando está expuesto (somos pocos en esta situación) es más difícil, entonces en la sociedad de los avatares, el tuyo tiene otra forma y tamaño. Sobre eso, lo que fue y será, no se puede definir. Estar en el mostrador no está lleno de beneficios. A veces, no puedes ni responder, y en esta sociedad donde se han precarizado las cuentas, los misterios, todos somos enemigos.
Entonces, al final, cuando vas a una fiesta y quieres conocer gente y amigos, sólo encuentras personas atormentadas y siempre un buen motivo de conflicto.
La conclusión desalentadora: todos están peleando por muy poco dinero. No se puede hacer amigos.
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