- Analista internacional
El presidente Donald Trump, en su primera cadena televisiva voluntaria desde la Casa Blanca, dijo que existe “una creciente crisis humanitaria y de seguridad en nuestra frontera austral”. Nada nuevo, pues cuando fue proclamado candidato presidencial, por la convención del Partido Republicano en septiembre de 2016, señaló que: “Los ataques contra nuestra policía y el terrorismo en nuestras ciudades amenazan nuestra forma de vida”. Agregó entonces que varios estadounidenses habían sido “brutalmente asesinados” por inmigrantes indocumentados.
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¿Por qué optó por dirigirse a la nación el martes pasado? No porque la presunta crisis se haya agravado. El motivo es el enfrentamiento con la oposición de los demócratas que le niegan 5,7 mil millones de dólares para construir un muro en la frontera con México. Al no recibir los fondos solicitados Trump resolvió cerrar el gobierno. Esto es dejar sin sus salarios a unos 800 mil empleados públicos. Ahora, la paralización de buena parte de la administración pública representa un problema más inmediato que los temas fronterizos. Para romper el impasse, Trump ha amenazado con lo que algunos llaman la “opción nuclear”. Ésta consiste en invocar poderes especiales declarando un estado de emergencia. Ello le permitiría sacar los fondos del presupuesto del Pentágono, aunque ello no haya sido aprobado por el Congreso.
Es posible que el mandatario tenga en mente una encuesta realizada a finales de 2017. En ella, dos tercios de los encuestados, entre el núcleo duro de sus partidarios, señalaron que bajo ciertas circunstancias “necesitamos a un líder que esté dispuesto a romper algunas reglas”. Nada, en todo caso, de lo dicho por el mandatario evidencia que Estados Unidos está ante una crisis que requiera pasar por encima del Congreso. En materia de encuestas, los republicanos aparecen en desventaja: 51% de los consultados los culpan por el cierre del gobierno. En tanto, 30% estima que los demócratas son los causantes.
En los hechos, ambos partidos coinciden en la necesidad de contar con fronteras seguras. Lo que los demócratas cuestionan es la eficacia de un muro para detener a narcotraficantes y terroristas. Creen que un mejor control puede lograrse con más tecnología y personal. Lo de una amenaza de ingreso de terroristas es descartado por expertos estadounidenses. Señalan que no saben de un solo intento de infiltración desde México a través de zonas abiertas. Lo que sí ha ocurrido es que un promedio de tres sospechosos, que figuran en listas de presuntos terroristas, son detenidos anualmente cruzando a través de puestos fronterizos.
Así, la construcción de un muro a lo largo de miles de kilómetros, que puede llegar a costar unos 20 mil millones de dólares, según algunas estimaciones, sería dinero desperdiciado, señalan los demócratas. Está por verse quién pestañea primero en una pugna que nunca debió alcanzar los niveles actuales.
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