- Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista en Radio Cooperativa
A lo largo de 16 años, el griego Yorgos Lanthimos -de quien el año pasado vimos “El sacrificio de un ciervo sagrado”- ha conseguido posicionarse como uno de los realizadores más interesantes y particulares de la actualidad, y aunque ya había sido nominado al Oscar con “Canino” y por el guion de su notable “The Lobster”, es sin duda con los reconocimientos y elogios casi unánimes que ha estado recibiendo esta temporada con “La favorita” que su nombre terminará de hacerse más reconocible a nivel masivo, en particular con las 10 nominaciones a los premios de la Academia hollywoodense que el filme recibió este martes, incluyendo mejor película y dirección, empatando con la alabada “Roma” como el título más nominado en la entrega de este año.
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Lo bueno es que a diferencia de otros cineastas que parecen “domesticar” su estilo cuando están a cargo de una gran producción con reconocidos actores internacionales, en este séptimo largometraje Lanthimos no abandona los rasgos que han caracterizado su cine: la implacable mirada a las relaciones humanas y a las estructuras y convenciones sociales, el corrosivo humor negro, y los rasgos patológicos y a menudo crueles de sus personajes. Lo que quizá hace más “subversivo” este acercamiento es que ahora la historia transcurre en la Inglaterra del siglo XVIII, en un contexto de nobleza, lujo y refinamiento, que contrasta con los intensos, apasionados y derechamente descontrolados comportamientos de sus protagonistas.
Porque a pesar de las apariencias y más allá del espléndido trabajo de ambientación a través de la dirección de arte, vestuario y fotografía, “La favorita” se aparta de las tradicionales “películas de época” rígidas, grandilocuentes y ampulosas, y ronda la histeria, el ridículo y el absurdo con la mordacidad característica de Lanthimos, con una lucha de poder brillantemente interpretada por un sólido elenco encabezado por memorables actuaciones de las nominadas al Oscar Olivia Colman, Rachel Weisz y Emma Stone.
Van Gogh: En las puertas de la eternidad
El pintor estadounidense Julian Schnabel ha incursionado también con éxito en la dirección cinematográfica, centrándose en personajes reales, como en “Antes que anochezca” -con Javier Bardem encarnando al escritor cubano Reinaldo Arenas- o la elogiada y premiada “La escafandra y la mariposa”. Y así como en 1996 en “Basquiat” retrató al pintor homónimo, en este nuevo filme se centra en un ícono mundial del arte ya bastante abordado en la pantalla grande; aunque no profundiza demasiado, se queda en lo superficial e incluso puede volverse monótono para el espectador, su acercamiento a Van Gogh brilla por su cuidada y sugestiva visualidad: no sólo por la ambientación de época, sino especialmente por cómo se consigue capturar la atmósfera de las pinturas del artista, en particular a partir del uso del color y la iluminación. Y por supuesto, también se luce el siempre intenso Willem Dafoe, premiado por este rol en el Festival de Venecia como mejor actor, precisamente la categoría en la que por primera vez está postulando al Oscar, luego de tres nominaciones anteriores como actor secundario.
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