Opinión

Memoria de los Backstreet Boys

  1. Comunicador multifacético, experto en marketing y redes sociales y emprendedor por naturaleza.

Yo tenía un compañero de colegio fanático de los Backstreet Boys. Tenía los cassettes que habían sido lanzados en la época. Íbamos en un colegio de hombres y nos habíamos adelantado a la deconstrucción, sin duda. En 1998, Mega era el dueño del Festival de Viña y no había esquina donde no se hablara de la llegada del grupo del momento, el que circulaba en MTV y había reemplazado la rotación de videos de Grunge.

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Había un canal en el clable que se llama The Box, donde la gente podía llamar y pedir por votación su tema. Ahí no reinaban los Backstreet Boys, reinaba Five, que era la respuesta británica a la banda. A mí me gustaban más. Tenían más actitud. Sí, en el medidor de actitud, las boysband también se integraban.

Pero a mí algo no me hacía sentido. Algo tenían los Backstreet Boys que no me encajaba. También me pasaba con las Spice Girls y cuanto invento tuvo esa época.

Básicamente la estructura de esas bandas imitaba la lógica de los dibujos animados con que habíamos crecido: las tortugas Ninja o los Motorratones de Marte. Eran set de personalidades: el “rebelde”, el “pensativo”, el “sensible” y así. Estaban construidos por moldes. En esos especiales de “Making the band” (¡Haciendo a la banda!) se revelaba la fórmula siniestra. La lógica era crear consumidores disparando no sólo una bala, sino hasta cinco para encontrar en el gran supermercado del deseo el que te cayera bien.

Los tipos que crearon las boybands eran unos genios del mal por eso. Entendieron que de la depresión de la generación X había que salir (eran invendibles los suicidas) y por eso llegó un mundo edulcorado, que, a decir verdad, tampoco estaba muy lejos de la primera encarnación de The Beatles. Habíamos vuelto a un mundo sin rebeldía ni conflictos, post guerra fría. Los padres, aburridos del conflicto, se abrieron a esta propuesta sin duda. Al fin y al cabo, la droga consumida no se veía entre la ropa color fluor.

Los Backstreet Boys llegaron al país y las adolescentes hijas de la democracia y amiguis enloquecieron. Enloquecieron porque era un gesto de primer mundo: la banda del momento estaba acá en esos estelares de Televisa que llamábamos Festival en aquellos años.

Con el tiempo, los Backstreet Boys se han ido revalorizando. Quizá es la nostalgia de creer que esos eran verdaderos tiempos mejores. Que las teleseries de esa época, la tele o la radio eran lo que había que consumir porque ahora no es lo mismo. Pero en realidad, es parte de nuestro propio espejo, de nuestro momento donde estábamos en la casa. Y ahora, que ya no estamos, que el mundo es más salvaje y que ha pasado el tiempo, las tecnologías, las playlist, vuelven los Backstreet Boys. Muchas y muchos compraron entradas como un deseo de venganza a mirar en el piso, en la alfombra, gritando los nombres de tipos que volverán a esta angosta faja de tierra como fantasmas. Para mí, lo que ha envejecido bien de Backstreet Boys son las baladas, los lentos. Eso tomó algo de sentido. Los trajes blancos, el avión “i want it that way” mucho mejor que Get Down. Eso sí que ha envejecido mal. Bueno, quien no lo ha hecho.

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