- Sacerdote y columnista. Twitter: @hugotagle
El mejor colegio de Chile es el Metro. Sí, las normas de conducta del Metro de Santiago nos han transformado en un pueblo algo más civilizado y educado. Desde la obligación de ceder el asiento a las personas mayores, embarazadas o discapacitadas, hasta dejar salir del vagón antes de entrar, o no correr en las escaleras y tirar la basura en los basureros. Quizá la única campaña que no ha tenido mucho éxito es la de subir las escaleras por el lado izquierdo. En fin, somos de aprendizaje lento, muy lento, pero con paciencia quizá lleguemos a entender que así respetamos a quienes van más apurados. La educación es, en buena parte, la apropiación de hábitos de conducta que nos permiten interactuar razonablemente con los demás. Ello descansa en un principio tan básico como simple: el respeto al otro. Y el Metro de Santiago, sin buscarlo, ha logrado en estos años modificar para bien muchos buenos hábitos en los chilenos. Nos ha obligado a pensar en el otro. La gente cambia casi mágicamente cuando entra al Metro. A pesar de que en las horas punta está repleto, se ha logrado un cierto “acuerdo ciudadano” de respeto y educación. A pesar del tumulto, son relativamente pocos los empujones, atarantamientos o gestos bruscos. Los hay, pero pocos para el volumen de personas.
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Es que la educación no es sólo adquirir conocimientos. Se trata de asimilar normas y padrones de conducta, hábitos, que permitan una sana convivencia social. Japón dedica buena parte de los primeros años de escuela simplemente a inculcar valores como respeto a los demás y al entorno, a crecer en generosidad y compasión, tolerancia y empatía. Hasta los diez años, o sea quinto básico, los alumnos japoneses no tienen exámenes, sólo pequeños test de vez en cuando. Se cree que en los primeros tres años de escuela, los conocimientos académicos no son lo más importante. Lo que sí importa es crecer en respeto a los demás, orden, responsabilidad, trabajo colaborativo, generosidad y compasión. Buscar la verdad, saber autocontrolarse y cuidar la naturaleza. El año pasado estuve en EEUU. Pude visitar varias escuelas. El padrón es allí similar. Buena parte de las clases en los primeros años consisten en aprender a comportarse, ser respetuosos, saber escuchar, oír antes de hablar, pedir la palabra. La democracia se aprende allí, en la sala de clases. Una vez adquirido estos hábitos de disciplina y conducta básicos, se puede construir el edificio de los conocimientos.
En Japón los alumnos limpian las salas, pasillos e, incluso, baños, en turnos. Así desde pequeños aprenden a trabajar en equipo y ayudarse mutuamente. Además, después de que los niños gastan tanto tiempo y esfuerzo en la limpieza, es muy poco probable que ensucien. Aprecian el valor y esfuerzo que implica limpiar, el trabajo de los auxiliares. Esto les enseña a respetar el trabajo, tanto el suyo como el de los demás, así como también a ser respetuosos con el medio ambiente.
La mejor escuela sigue estando en la calle. Nuestro buen ejemplo puede hacer mucho por una mejor educación.
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