- Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista en Radio Cooperativa.
A primera vista, una película centrada en los entretelones de cómo se llevó a cabo la primera edición del diccionario de inglés de Oxford no suena como algo particularmente apasionante o masivo. Pero «Entre la razón y la locura» es mucho más que eso, y aunque el resultado no convenza a todos por igual -la crítica internacional ha sido bastante tibia o derechamente implacable-, no se puede negar que tiene elementos que pueden atraer al público.
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De partida, es el primer filme que reúne en la pantalla grande a dos figuras tan reconocidas como Mel Gibson y Sean Penn, quienes se complementan muy bien y además están acompañados por un elenco de competentes actores británicos en roles secundarios, incluyendo a Natalie Dormer, Eddie Marsan, Stephen Dillane y el veterano Anthony Andrews, entre otros. Bajo su superficie academicista y predecible, la película se mueve con intensidad por distintos caminos, explorando el drama sicológico, la historia de superación y el retrato histórico. El aspecto visual está especialmente cuidado, con una bella ambientación de época para reproducir la Inglaterra de mediados del siglo XIX.
Basado en una novela de 1998 que cuenta esta historia que realmente ocurrió, este es un proyecto que Gibson quiso sacar adelante a lo largo de dos décadas, y tras varios problemas que surgieron por el camino, al fin llega a los cines. El problema principal es que la trama trata de desarrollar distintos temas a la vez, y por el camino esto le juega a menudo en contra, porque no parece tener un rumbo totalmente fijo que le permita ir más allá de la superficie. De todos modos, considerando que es su primer largometraje, el director de origen iraní Farhad Safinia -quien trabajó antes con Gibson en 2006, como su guionista en «Apocalypto» y acá por problemas legales debe firmar con un seudónimo- logra transmitir la pasión y la obsesión que el arduo proceso de las palabras provoca en sus protagonistas, encarnados con ímpetu y convicción por sus dos estrellas, destacando especialmente un Gibson más sobrio, entrañable y contenido que de costumbre.
«Mirai: mi pequeña hermana»
Estrenado mundialmente el año pasado en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, el nuevo largometraje del guionista y realizador japonés Mamoru Hosoda -tras su elogiado «El niño y la bestia», de 2015- ha sido uno de los títulos nipones más aplaudidos del último tiempo, y este año fue nominado al Oscar a la mejor película de animación. A lo largo de una hora y media, Hosoda se arriesga con un tema que quizás pueden apreciar mejor los adultos: las complejidades y sutilezas de la etapa en que un niño debe acostumbrarse a la llegada de su hermana menor, y los cambios que esto implica en el entorno familiar. Bella y delicada en lo visual, tierna, sensible y muy humana y sin evadir aspectos más profundos de la realidad que aborda, es una producción atípica e interesante. Se exhibirá sólo en salas de la cadena Hoyts, tanto en copias dobladas al español como también en versión original en japonés con subtítulos.
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