- Comunicador multifacético, experto en marketing y redes sociales y emprendedor por naturaleza.
Amo Buenos Aires. Es mi ciudad favorita del mundo. Me gusta investigarla, descubrir sus obsesiones. Los porteños son seres especiales y lo que van creando, también. Por eso, hace unas semanas me di una escapada. La recomiendo absolutamente: por $200 mil promedio, ida y vuelta, se puede disfrutar de ese rincón añejo de Europa perdido en la América salvaje. Un lugar que siempre trae sorpresas.
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Por eso, durante cuatro noches, tomamos la decisión con mi pareja de hacer un gastronómico que es tendencia mundial. Es que el gusto es el placer que no se puede emular. Rápido y furioso. Conocer las nuevas tendencias y las más clásicas, basadas por supuesto en la recolección de datos: Foursquare, Google Maps y Tripadvisor.
Comenzamos almorzando. Social Parrilla es un bodegón. Los argentinos llaman bodegón a lo que nosotros le decimos “picada”. Queda en De Los Incas 499. El lugar está ambientado con camisetas de fútbol y es perfecto para comer carne. Con increíbles postres y un precio impresionante. Recomiendo los chinchulines (para nosotros, chunchules) y la milanesa con puré de calabaza, maravilloso sabor. El flan, increíble. Dos personas: algo así como 10 mil pesos chilenos. Te vuelves loco.
A la noche abrimos los fuegos en uno de los locales con más perfil Instagram del momento: se llama Niño Gordo (queda en Thames 1810) y es una parrilla asiática. Tragos increíbles en estrambóticos vasos y propuestas novedosas basadas en entradas y platos principales. Fusión japonesa, coreana y kitsch a la vez. Para quedar bien. Ojo: necesita reserva.
Los bares ocultos suman de noche. En Frank’s (Arévalo 1445) necesitas primero saber la clave, que sale en su Facebook todas las semanas. Al entrar te dan un número que marcas en un teléfono público y se abre el bar, que tiene buenos tragos y el look de “El resplandor”.
Otro bar secreto es Nicky NY Sushi en Malabia 1764. Partes cenando asiático y al final pides “pasar a la bodega”, a la cual te llevan y entras a un bar retroswing. Un speakeasy de lujo.
Ahora, si te quieres sorprender en serio, Uptown ofrece una experiencia única en la ciudad de la furia: una barra enorme a la cual accedes luego de entrar a una estación del tren subterráneo, por la cual tienes que hacer una buena fila. Sí, una estación del subte, con el carro incluido. La fiesta, con trap de fondo, se arma en el local que tiene un ambiente cinematográfico. Un universo bajo tierra. Arévalo 2030. Cierra a las 4 de la mañana.
Para redondear (y es que quedas redondo) una bella alternativa siempre es Broccolino. Tiene uno de los mejores platos del mundo (según quien escribe, claro) que acá en Chile es muy difícil de emular o conseguir: fucciles con salsa Tony. Medio plato es perfecto. Los mozos son un encanto y queda cerca del obelisco y la Casa Rosada. Cierra bien todo tour. En Esmeralda 776.
Ahora, postre. La cadena de helados del momento, que hace todo con material auténticamente italiano, se llama Lucciano’s. Con sabores realmente sobresalientes (¡y una paleta de Minion!) es alimento para Instagram. Hay varios locales, pero yo fui al de Santa Fe esquina Agüero. Que disfruten.
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