* Comunicador multifacético, experto en marketing y redes sociales y emprendedor por naturaleza.
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En el centro de San Francisco, California, esta semana vi dos máquinas que hacen café. Se llaman Cafex y se piden por el celular. Es un brazo mecánico blanco que calcula las dosis. Amablemente, en la esquina decía un cartel “¡estamos contratando!”. Lo cual sonaba a ironía perfecta cuando el robot saludaba.
Cerca de esos Cafex están las tiendas de Amazon Go, cuya virtud es que tú entras y puedes tomar lo que quieras y es cobrado automáticamente. Los vi, ahí, esperando nada.
Las publicidades enormes de las carreteras en la entrada del aeropuerto de Los Ángeles tienen publicidad de aplicaciones para encontrar lugares donde te dispensen marihuana. Marihuana legal. La costa este huele a marihuana y a locales de hamburguesas. Hamburguesas que no son hamburguesas. En Umami Burger probé la famosa hamburguesa imposible, que ahora ofrecen también en los locales de Dominó.
Disneyland tiene el juego de Star Wars, que te hace pensar que estás manejando una nave espacial y llena de mariposas tu estómago.
Al volver al aeropuerto de Los Ángeles en auto, en Spotify se abrió una opción llamada “Your Daily Drive”, que mezcla pequeños boletines de noticias con canciones que te gustan e información del tránsito. Todo algorítmico y hecho para ti. Todo esto a 50 años de la llegada del hombre a la Luna, que nuestros padres y abuelos vieron en blanco y negro por la tele. Esa tecnología que subió a esos tipos al espacio era equivalente a un celular Nokia, de esos que tenían la serpiente.
Estamos en una época demasiado difícil y cambiante para todos los seres humanos. Y estamos confundidos en medio de la fragilidad de la continuidad quebrada. De los mundos que eran seguros y ahora no. ¿Qué va a pasar con los que están en las universidades ahora? ¿cómo caducarán los programas educativos de un momento a otro?
Bueno. Todo esto pasa en el mundo mientras acá las peleas se repiten, y es todo tan precario y tercermundista. Todo es tan poco. Todo es tan quebrado. En el sentido puro de la palabra.
Pero bueno, es lo que nos toca. Y a veces es inevitablemente más potencialmente terrible, porque no estamos preparados para la posibilidad de un mañana más incierto que antes.
Pedimos algo cierto a un montón de gente, desde políticos hasta el mundo empresarial que poco nos puede dar. Y lo que depende de nosotros mismos también es complicado, porque vivimos rodeados de exigencias y asuntos personales que también nos empiezan a asfixiar. ¿Quién puede correr un riesgo con una deuda por enfermedad? Tambien se entiende el drama. Ese drama que tenemos que empezar a leer en la empatía.
Por eso, también nos volcamos a los videojuegos y eventos para tratar de pasar y olvidar el tiempo. Un tiempo poco justo. Porque nadie iba a calcular que en este momento de la historia tendríamos cosas, pero muchas veces nos sentiríamos más miserables quizá que nuestros antepasados, más libres del estímulo que ninguna otra generación que vendría después. El misterio es cómo salimos de esto.
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