Opinión

Columna de Felipe Kast: Inmigración e infancia, nuestra unidad de destino

Felipe Kast, senador.

Ortega y Gasset hablaba de la nación como una unidad de destino. No puedo pensar en una mejor idea para el desafío que enfrentamos. Nuestro destino está atado al de muchos que han decidido hacerse chilenos, migrando en busca de una patria que los respete y les dé oportunidades, para sí y sus futuras generaciones. También está atado a quienes viven en nuestro territorio antes de que llegaran los españoles. Si no logramos construir un futuro juntos, los que estaban, los que llegaron, los que nacimos, y los que siguen llegando, fracasaremos como nación.

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Este desafío de largo plazo nos enfrenta a situaciones de corto plazo que nos tensionan, y de cuya resolución saldremos fortalecidos como país o debilitados como seres humanos. Las familias venezolanas en nuestra frontera norte nos ponen ante esta disyuntiva. Muchos creen que el riesgo de ser solidarios es grande, pues recibiríamos una avalancha de personas. Miremos los números para evaluar la dimensión de este riesgo.

Cuando Perú y Ecuador comienzan a solicitar visa para ingresar a esos países, nuestro país adopta la misma medida, lo que generó una dificultad para quienes estraban en tránsito a Chile, pues venían sólo con cédula de identidad, y para postular a una visa requieres pasaporte vigente, cosa difícil de conseguir en la dictadura de Maduro. Hoy muchos de ellos acampan frente al consulado chileno en Tacna (aproximadamente 800 venezolanos, entre ellos 300 niños). No se quedan en Perú porque tienen a un familiar radicado en Chile. En suma, enfrentamos un desafío que podemos solventar de buena manera priorizando el ingreso de familias con niños, casos de reunificación familiar, adultos mayores y mujeres embarazadas. El total de familias con niños esperando ingresar en la frontera es similar al que antes ingresaba diariamente a nuestro país.

¿Al hacerlo nos exponemos a una avalancha de migrantes? No lo sabemos con certeza, pero es poco probable, pues Perú y Ecuador aumentaron las exigencias para cruzar sus fronteras al solicitar visas y pasaportes. Por eso me parece que debemos priorizar a los niños y mujeres embarazadas que buscan reunirse con sus padres, hijos o cónyuges. Hace dos semanas, el gobierno ayudó con salvoconductos a 300 familias con niños, pero todavía quedan otros 300 esperando a reunirse con sus familias.

Esta solución de transición es ética, y sobre todo, justa. Porque si es justo tratar igual a quienes son iguales, también es justo tratar diferente a quienes son diferentes, y los niños merecen un trato diferente. Escribo estas líneas luego de estar dos días en Tacna. Vi en los rostros de estas familias desdén y temor, pero también esperanza y empuje. No pude dejar de pensar en los chilenos por nacer, hijos y nietos de estas personas que sueñan con ingresar a Chile, y que compartirán la unidad de destino que es Chile con mis hijos y nietos.

Qué duda cabe, debemos ordenar la política migratoria, y el gobierno lo está haciendo, incluyendo el proyecto de ley que se tramita en el Senado. En este proceso nunca podemos perder de vista la importancia de poner a los niños primero en la fila, pues ellos no tienen la culpa de que un dictador haya destruido los sueños de toda una nación. En el pasado Venezuela fue generosa con chilenos que se vieron forzados a dejar el país. Nuestra responsabilidad es estar a la altura para asegurar nuestra unidad de destino.

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