Opinión

Un regreso con más humor que terror

  1. Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista en Radio Cooperativa.

Desde su debut en 1988, ya han pasado tres décadas y a estas alturas es una verdadera franquicia. Las películas protagonizadas por el siniestro Chucky no sólo han generado secuelas de calidad y éxito variable, sino además una verdadera legión de fans a lo largo del mundo. Ellos son el público objetivo de la nueva versión que llega esta semana a la cartelera, «El muñeco diabólico». Y de seguro no deberían salir defraudados, aunque tal vez encuentren algo distinto a lo que esperaban.

Este es el octavo largometraje de la serie -aunque los dos anteriores, de 2013 y 2017, no pasaron por cines y se estrenaron directamente en el mercado casero- y aunque se supone que es un remake o nueva versión, el argumento no es exactamente el mismo e introduce cambios, partiendo por el origen del personaje, cuya voz en esta oportunidad está a cargo de Mark Hamill, el emblemático Luke Skywalker de la saga «Star Wars», quien durante estas décadas además ha desarrollado una exitosa trayectoria paralela haciendo voces en producciones de cine y televisión.

Al margen de estas modificaciones, el espíritu y tono de este clásico de terror se mantienen, si bien hay que advertir que en estricto rigor, en esta ocasión no son muchos los sustos. Hay mucho «gore» en pantalla, con desmembramientos y chorros de sangre a diestra y siniestra, pero lo que predomina es el humor, un humor negrísimo como amerita la ocasión. Los giros de la historia, el montaje ágil y dinámico, los efectos especiales que lucen más artesanales que lo habitual considerando los excesos digitales de la actualidad, dan vida a un filme de moral y estética más ochentera, sobre todo mirándolo en el contexto de los estrenos del género que hemos tenido durante esta temporada. Es cierto que la recepción de la crítica internacional no ha sido particularmente entusiasta, pero hay que reconocer que entre tanta secuela, remake o adaptación que desfila por las multisalas, «El muñeco diabólico», sin ser una obra maestra ni mucho menos, consigue reafirmar una personalidad propia con muy pocas pretensiones de por medio.

Este segundo largometraje del noruego Lars Klevberg no elude los clichés y lugares comunes de este tipo de producciones, y por supuesto que se requiere tolerancia y buena voluntad del espectador para asimilar las decisiones que toman sus personajes de pocas luces, así como las cada vez más inverosímiles situaciones en que se ven envueltos. No hay mucha originalidad de por medio, es cierto, y los recursos son bastante reconocibles y hasta predecibles, pero la capacidad de Klevberg para guiar el relato con buen ritmo hasta llegar a un desbordado y sobregirado desenlace, conforman un producto mucho más vital y efectivo que el promedio de filmes de horror que llegan a la cada vez menos estimulante cartelera local.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

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