Indudablemente es uno de los estrenos más esperados del año por los cinéfilos, y desde su aparición en la competencia del Festival de Cannes ha recibido entusiastas elogios de la gran mayoría de los críticos; de seguro los fans de Quentin Tarantino saldrán felices, así como sus detractores, que suelen cuestionar distintos aspectos de su cine, tendrán nuevos motivos para criticar. Su título no sólo podría remitir a algunos de los trabajos más recordados del italiano Sergio Leone -aunque en ese caso, acá podría haberse llamado «Érase una vez en Hollywood»-, sino además a cierto sentido y tono, casi como de fábula o cuento, sobre todo en la vocación de su autor por jugar con la realidad histórica, algo que ya practicó en «Bastardos sin gloria» y en «Django sin cadenas».
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La espléndida reconstrucción de época en el Hollywood de hace medio siglo es en verdad brillante, y es probable que sea una de las principales razones de ser de este muy personal proyecto en el que claramente Tarantino se dio todos los gustos que pudo, no sólo desplegando innumerables detalles visuales y una vez más deleitando con su buen gusto musical en la banda sonora, sino además por el constante desfile de guiños y alusiones cinéfilas que le permite la trama y su contexto.
Junto con las calurosas alabanzas de quienes incluso lo han calificado como «obra maestra», el filme ha cosechado también diversos cuestionamientos, desde quienes rasgaron vestiduras cuando supieron que Tarantino abordaría los tristemente célebres asesinatos de la familia Manson, hasta aquellos que criticaron el enfoque de los roles femeninos -por ejemplo, que la bella y encantadora Sharon Tate que encarna Margot Robbie apenas hable-, la visión sobre los hippies o Bruce Lee y, cómo no, la violencia ineludible en su filmografía.
Pero no se puede negar que, con buenas actuaciones -desde unos sólidos DiCaprio y Pitt, hasta secundarios como la chilena Lorenza Izzo- y recurriendo a muchas de sus marcas de fábrica, aunque con una mirada cariñosa y cierta melancolía que no son tan habituales en él, el cineasta consigue un producto atractivo y entretenido, incluso aunque nuevamente a ratos se alargue, el ritmo sea irregular y no todos sus diálogos sean tan memorables como en otras ocasiones.
La espía roja
También basado en una historia real, pero con un enfoque mucho más convencional, el reconocido y veterano director teatral británico Trevor Nunn vuelve a incursionar en el cine con este cuarto largometraje, que se podrá ver en las salas de arte de Hoyts y en El Biógrafo. Transitando entre el pasado y el presente para centrarse en la viejecita que es acusada de haber transmitido información secreta a los rusos en los años 30, Nunn aborda de manera rutinaria y predecible esta trama que tenía potencial por lo histórico y político, aunque igual logra mantener el interés del espectador. Eso sí, uno se queda con las ganas de ver más en pantalla a la siempre notable Judi Dench, pero el relato se concentra más en la protagonista en su juventud, encarnada por Sophie Cookson.
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