* Analista internacional
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Vastos incendios arrasan millones de hectáreas. Desde la Amazonía brasileña y boliviana a Groenlandia, desde Angola y el Congo al ártico ruso, desde Indonesia, pasando por Alaska y Canadá, las llamas de millares de focos destruyen bosques y selvas.
La abrumadora mayoría de los incendios son causados por actividades humanas, en especial, las agrícolas y ganaderas. Ya sea para quemar residuos de cosechas o para despejar tierras. Hoy, en el cuadro del calentamiento global, regiones que sufrían daños menores experimentan desastres de grandes proporciones. Los incendios contribuyen a la deforestación que es la causante de un quinto de las emisiones de gases de efecto de invernadero. La deforestación produce más emisiones que todo el tráfico terrestre y aéreo combinados.
En América Latina las consecuencias políticas de algunos siniestros han chamuscado a algunos gobiernos. En Nicaragua, en 2018, ardió una reserva natural en la frontera con Costa Rica. El presidente Daniel Ortega tardó semanas en reaccionar. Lo hizo recién cuando estallaron protestas callejeras. Su gobierno desechó una oferta de ayuda costarricense para combatir las llamas. El malestar desatado, junto a otras reivindicaciones, gatillaron movilizaciones sociales que culminaron con cientos de muertos a manos del régimen.
En Bolivia, el gobierno de Evo Morales también está al debe frente a los grandes incendios que afectan al país. Comenzó, como en Nicaragua, por restarles importancia y luego tardó en aceptar ayuda internacional. El momento no puede ser más inoportuno para sus aspiraciones de conseguir un cuarto mandato, en los comicios del 20 de octubre. Aunque figura como el claro favorito, el ex presidente Carlos Mesa, que le sigue en las encuestas, ha aprovechado para poner a Morales a la defensiva.
Los incendios en la Amazonía han causado especial indignación en Brasil y a nivel internacional. El presidente Jair Bolsonaro refuta el apodo del Nerón de la Amazonía. En los hechos su gobierno ha contribuido, a través del debilitamiento de la vigilancia fiscal y de levantar restricciones a las quemas. Bolsonaro se ha negado a recibir ayudas internacionales argumentando que ellas son interesadas y buscan influir en el país.
En los casos de Nicaragua, Bolivia y Brasil hay una constante. En los tres gobiernos enfrentados a las llamas se aprecia un falso orgullo. Si un país no es capaz de defender oportunamente su patrimonio, y por ese hecho perjudica a terceros y a todo el planeta, está invitando a que los afectados intervengan. Pueden hacerlo en un inicio con ayuda. Pero si el problema persiste y se agrava, tarde o temprano, lo harán en forma más vigorosa. La defensa de la soberanía nacional pasa por proteger los bienes, bosques en este caso, que son vitales para el conjunto de la humanidad.
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