* Analista internacional
PUBLICIDAD
Gran Bretaña camina al precipicio. Dos hechos inéditos: Boris Johnson, el primer ministro, suspendió las sesiones del Parlamento por cinco semanas. Ello, en el período crítico para un debate sobre la salida de Londres de la Unión Europea (UE), proceso conocido como Brexit. Una medida que algunos británicos han calificado como un golpe de estado. A la par, Johnson expulsó a 21 diputados de su gobernante partido conservador por votar contra la postura oficialista. Entre los marginados, figuran varios ministros del gabinete de su predecesora Theresa May. La consigna avanzada por Johnson es “cumplir o morir”, o como dicen los nativos, “do or die”.
La estrategia del “todo o nada” interviene tras tres años de agobiantes debates sobre cómo llevar a cabo el Brexit. En junio del 2016 los británicos votaron en un referéndum sobre si continuar en la UE o abandonarla. 51,9% optó por la salida. Reducir problemas complejos a un sí o un no puede resultar desastroso. Esto porque la voluntad mayoritaria de dejar la UE puede realizarse de distintas formas. Ya sea con un acuerdo con los europeos o bien, salir sin más trámite, el llamado el Brexit duro, que, se anticipa, tendrá gravísimas consecuencias para las economías del viejo continente. Gran Bretaña es la segunda potencia económica europea, después de Alemania.
El principal asesor político de Johnson es Dominic Cummings, que diseñó la campaña del Brexit con una argumentación nacionalista: Gran Bretaña primero, no más inmigrantes y una alta dosis de nostalgia por los viejos tiempos imperiales. En el plano político planteó una “rebelión” contra la vieja élite acomodaticia, sometida a la UE, que limitaba las infinitas posibilidades de un país sin amarras. En breve, una plataforma nacional populista muy similar a la desarrollada por el presidente Donald Trump.
Los vasos comunicantes entre Cummings y la extrema derecha estadounidense pasan por Steve Bannon, quien fue uno de los principales asesores de Trump. La convergencia entre ambos se fraguó en Cambridge Analytica, la tenebrosa agencia de asesorías electorales. La Agencia empleó millones de perfiles de usuarios de Fecebook para diseñar mensajes personalizados para persuadir a los vacilantes a votar por Brexit. Ahora Johnson, con el consejo de Cummings, busca limitar la soberanía del Parlamento con el argumento de que es incapaz de adoptar medidas decisivas. A los que no acatan su autoridad en el partido les señala la puerta de salida. Se proyecta así como el hombre fuerte, decisivo en tiempos difíciles. Basta de debates interminables, es la hora de actuar. Ello, en detrimento de los procesos que hacen de Gran Bretaña una de las democracias más reputadas. La estrategia del “do or die” puede resultar suicida.
Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro