* Analista internacional
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El presidente Donald Trump preparaba un golpe de efecto. Esta semana, en que se conmemoran 18 años del ataque contra las Torres Gemelas en Nueva York, el 11/9/2001, se reuniría, en el retiro presidencial de Camp David, con una delegación de talibanes que combaten en Afganistán. Allí debían considerar un borrador de acuerdo de paz. En él se estipulaba, entre otros puntos, el retiro de las tropas estadounidenses. Los talibanes se comprometían a no permitir ataques terroristas a partir de su territorio. Pero todo quedó en nada, pues el encuentro, que culminaba un año de negociaciones de paz, fue suspendido a último minuto. Trump declaró muertas las negociaciones. Dijo que no recibiría una delegación de fuerzas que perpetraron, días antes, un atentado en el cual murió un soldado estadounidense junto a una docena de personas. A la par, Mike Pompeo, el secretario de Estado, declaró a la prensa, sin entregar mayores antecedentes, que tropas estadounidenses habían dado muerte “a más de mil talibanes” en los últimos diez días.
Estados Unidos invadió Afganistán en octubre del 2001 para capturar a Osama bin Laden y acabar con su organización Al Quaeda, la causante de los atentados que dejaron más de tres mil muertes. Así, Washington se deslizó en la guerra más larga de su historia. Tan sólo Estados Unidos ha perdido 2.300 uniformados y 25.000 han resultado heridos en acción. Según el presidente afgano Ashraf Ghani, el ejército afgano ha perdido 45.000 hombres desde que asumió en 2014. El costo económico de la guerra para Estados Unidos, según el Pentágono, asciende a 760 mil millones de dólares. En su momento de mayor presencia, Washington desplegó más de 100 mil efectivos. Hoy mantiene 14 mil uniformados y 11 mil civiles contratados para tareas de seguridad y logística.
Hoy ninguno de los bandos puede doblegar a su enemigo. Estados Unidos no puede derrotar a los talibanes y estos no pueden capturar las grandes ciudades. Los insurgentes islámicos ejercen variados niveles de control en alrededor de la mitad del país, donde reside un tercio de la población. Trump se preguntó, con cierta exasperación, acaso “¿quieren guerrear por décadas?”. Al parecer los talibanes, que luchan como locales, tienen menos apuro por firmar la paz. Un retorno al poder de los fundamentalistas islámicos representa, en todo caso, una amenaza para el conjunto de la sociedad secular y las mujeres en particular. Los talibanes cerraron todas las escuelas para niñas cuando fueron gobierno.
En el horizonte estadounidense se perfilan las elecciones presidenciales del 2020. Entre las promesas electorales de Trump, en 2016, figuraba retirar a sus tropas de la remota nación asiática. Enfrentar los próximos comicios sin sacar a sus tropas del pantano afgano lo deja con un flanco vulnerable.
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