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Fue el año maldito para los amantes de la música, la temporada en que murieron David Bowie, Prince, Leonard Cohen y Juan Gabriel. Pero también fue un año de nuevos álbumes para engrosar nuestras colecciones, placas que no se conformaron con acumular repertorio, sino que buscaron desde qué lugar pasar a la historia.
David Bowie, «Blackstar»
La del 8 de enero debía ser una buena noticia: Ese día David Bowie no sólo celebraba su cumpleaños número 69, sino que además regalaba al mundo una nueva placa, cargada de aires lúgubres y mortuorios. Podía ser. A fin de cuentas, el británico ya había apretado antes esa tecla, incluso presentes en su aún poco estudiada obra plástica. Sin embargo, dos días más tarde el cuadro cerraría de forma dramática, cuando el Duque Blanco perdió la batalla contra un cáncer que nunca hizo público. «Blackstar» no sólo era la despedida que no quisimos ver, sino también la crónica desgarrada de un hombre que miraba de frente a la muerte, sin negar ninguna de sus caras. Porque si otros la han aprovechado para decir adiós, y repasar lo bien y lo mal obrado, Bowie apuntó donde nadie quiere apuntar: Al cuerpo en un cajón, al vacío, al miedo ante lo que vendrá. Su voz habla aquí desde esos territorios. Es Bowie transformando su propia muerte en una obra de arte.
Beyoncé, «Lemonade»
Sabemos que el pop tiene una reina, la mujer que asaltó el trono cuando a nadie se le había ocurrido que había un sitial por ocupar, y que sentó las bases éticas, estéticas y estratégicas de lo que puede ser una diva moderna en la industria de la música. Pero esa reina, como pasa siempre con la realeza a medida que avanzan las décadas, es hoy una figura simbólica, un enorme retrato en la pared principal del castillo, recordándonos cuál es el norte a seguir. Porque lo cierto es que la reina en ejercicio desde hace rato es otra. Beyoncé, para ser más precisos, y «Lemonade» volvió a dejarlo en claro. Con su torrente de emociones de mujer despechada y con el trapeo a Jay Z por sus supuestas infidelidades, claro está, pero también con una nueva demostración de versatilidad, elegancia y carácter. Y, como guinda, la pachotada de un videoclip por canción, amarrados en un documental. Para que a nadie le quepan dudas de que Beyoncé hoy puede hacer lo que le plazca.
Álex Anwandter, «Amiga»
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El chileno mantuvo la línea esbozada en «Rebeldes» (2011), con una suerte de «cara A» destinada a explotar la faceta sintética y bailable a la que se consagró tras salir de Teleradio Donoso, y una «cara B» mucho más íntima y baja en revoluciones. Una bandeja que sirve para entregar nuevamente ritmos que atacan el sistema nervioso central y piezas discotequeras con moral de single, aunque ahora también con nuevos desafíos estructurales y, más relevante aún, con historias que cuestionan los cánones de lo masculino y lo femenino, entre otros aspectos de nuestro orden. Una aventura discursiva que se remarca en esa cara más pausada, y que sigue catapultando a Anwandter como una de las voces chilenas más relevantes del momento.
Suede, «Night thoughts»
A estas alturas del año, y sin una marca como la de Bowie de por medio, pocos se acuerdan de los lanzamientos de enero a la hora de hacer sus resúmenes. Pero los británicos merecen también un lugar en las listas, tras haber entregado una placa que puede mirar de frente a lo mejor de su catálogo sin desmerecer, y por haber regalado a los amantes de una era clausurada, como la del britpop, un nuevo paquete de canciones que ayude a combatir la monotonía de las colecciones ya establecidas. Entre los temas de «Night thoughts» brota la elegancia, la elaboración y la melancolía del género que identificó a la Gran Bretaña de los 90, junto a esos coros prolongados y colectivos que Brett Anderson y compañía hicieron propios, tal como los riffs en su minuto adjudicados al guitarrista Bernard Butler, y que hoy Richard Oakes reclama con propiedad.
Kanye West, «The life of Pablo»
A ratos el personaje pareciera comérselo. Entre esa pedantería rayana en el delirio, y un entorno pasado a farándula, de pronto nos olvidamos del verdadero Kanye, el artista que se luce en los estudios y que no tiene otro afán que pasar a la historia y ser recordado como un genio. Si lo es o no, es algo que el tiempo y nuevos discos dirán, pero lo cierto es que su empecinamiento no deja de rendir frutos. A Tribe Called Quest, Chance The Rapper, Frank Ocean y Anderson .Paak son algunos de los nombres con que lo han puesto a competir en esta temporada, y que claramente tienen méritos para pelearle el lugar. Pero a West no le basta con hacer algo bueno: Entre sus obsesiones está sorprender, dar con algo que no se haya hecho, atreverse con lo que nadie se haya atrevido, para seguir engrosando un lenguaje propio. Y mientras eso siga sucediendo, el rapero podrá seguir reinando en su categoría.
Rolling Stones, «Blue & Lonesome»
Partamos de una base: Es un nuevo disco de los Rolling Stones, una banda que lleva más de 50 años enalteciendo la tradición rockera, y que hace más de una década no ponía nuevo material en circulación. Ese sólo hecho podría bastar para satisfacerse con «Blue & Lonesome», pero el viejo cuarteto esta vez no se conformó con la formalidad de editar, simplemente, como a inicios de este siglo. En la era post crisis de la industria, hasta ellos pueden darse un gustito, y fue el de viajar hasta sus propios inicios, para hurgar en el sonido que les dio forma: El blues. En rigor, éste es un disco de covers, pero interpretados con el espíritu que este género requiere como condición número uno. Los Stones lo portan, y gracias a ello dieron vida a una placa bohemia, de luz baja y humo denso. Un álbum que transporta en tiempo y espacio.