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Personalidades de la política, la cultura, la literatura y lectores anónimos despidieron hoy al escritor, filósofo y semiólogo italiano Umberto Eco con un funeral laico que se celebró en el castillo Sforzesco de Milán.
Cientos de personas acudieron a este castillo que situado cerca de la catedral milanesa para participar en una ceremonia que fue breve, a petición de la familia.
No duró más de una hora y media, tiempo durante el que no cesaron de escucharse frases de elogio a uno de los escritores más reconocidos a nivel internacional y recordado, sobre todo, por «El nombre de la rosa».
El ministro de Cultura italiano, Dario Franceschini, afirmó que Eco contaba con «una biblioteca dentro de sí mismo» y agradeció al autor de «El péndulo de Foucault», al que llamó «maestro», por «haber mirado durante toda su vida fuera de su ventana».
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Para la ministra de Educación, Stefania Giannini, «Eco es el símbolo de aquel clasicismo innovador del que hay tanta necesidad y del que Italia es portador en el mundo».
«Hemos perdido un maestro pero no hemos perdido su lección. Querido profesor Eco, querido Umberto, hoy no te decimos adiós», señaló Giannini.
Al funeral también acudieron el actor Roberto Benigni, el periodista y escritor italiano Furio Colombo o la escritora Elisabetta Sgarbi, entre otros.
Eco falleció el pasado viernes en su casa de Milán a los 84 años.
Su última obra publicada fue «Número Cero», una crítica al mal periodismo y a la manipulación, aunque próximamente saldrá a la venta su obra póstuma, «Pape Satàn Aleppe», título que corresponde al verso escrito por Dante Aligheri al inicio del canto VII del Infierno en «La Divina Comedia».
Autor de obras como «La isla del día antes», «Baudolino» o «El cementerio de Praga», a lo largo de su vida profesional también fue responsable de numerosos ensayos sobre semiótica, estética medieval, lingüística y filosofía.
Su primera obra de semiótica fue «La estructura ausente», publicada en 1968 y completada con «Tratado de semiótica general» (1975), que fue utilizada como volumen de referencia en todo el mundo.
Legión de Honor de Francia desde 1993 y premio austríaco de Literatura Europea por toda su obra en 2004, en Salzburgo, fue nombrado doctor «honoris causa» por decenas de universidades, entre ellas, la Complutense de Madrid, Tel Aviv, Atenas, Varsovia y Berlín.
En sus últimos años de vida compaginó su actividad académica y literaria con conferencias, coloquios, debates y colaboraciones en los medios de comunicación.
EFE