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Iron Maiden: así fue la octava vez de la “Bestia”

Una vez más, Santiago formó parte de una gira mundial de Iron Maiden. Y una vez más, a pesar de no haber sido el mejor que se les ha visto, cumplieron con las expectativas.

Desde bien temprano los fanáticos esperaron afuera del Nacional el ingreso a la cancha para estar en primera línea. Y es que un show como el de Iron Maiden, en el que por respeto a sus orígenes obreros londinenses no existe el invento de la «cancha VIP», es para verlo a cinco metros.

Harto show de fuegos, harta pirueta por el escenario, Janice Gers jugando con su guitarra, solos de Adrian Smith y Dave Murray, Steve Harris ametrallando con su Fender Presision Bass, y mucho Bruce Dickinson paséandose de arriba abajo como si tuviese 25 años y estuviera en la gira del «The Number of the Beast».

Pero de eso han pasado más de 20 álbumes de estudio, un alejamiento durante la década de los noventa y un retorno magistral con «Brave New World», y Dickinson no los acusa. Desde el primer momento se hizo cargo de espantar todos los fantasmas y rumores sobre cómo le habría afectado el paradójico cáncer de lengua que se le diagnosticó a principios de 2015, y los reemplazó por los que trae la gira del último y enésimo álbum del grupo «The Book of Souls», con un sello distintivo (galopadas incluidas) que mezcla experimentación y temas, quizás, demasiado largos. Son parte del momento que vive Iron Maiden, cada vez más conscientes de que la frontera final se les acerca.

La imaginería maya usada para ambientar el disco va acompaña de tratos de temas recurrentes en Iron Maiden: mucha historia (Dickinson es profesor) como en la canción «Empire Of The Clouds», auge y caída de imperios y las contradicciones del ser humano, que busca grandeza y no termina de encontrarla.

«If Eternity Should Fail», que abre el álbum, también abrió el espectáculo. Le siguió «Speed of Light», canción de «riff» poderoso bien en línea con los trabajos de este siglo. A continuación, un caramelo: «Children of the Damned», un lujo escucharla en vivo. El público siempre estuvo integrado.

«Tears of a Clown» y «The Red and the Black» fueron la antesala para quizás uno de los tres temas emblemáticos de los británicos: «The Trooper». «Powerslave», tema de hace 30 años pero muy en la línea de «The Book of Souls», también se escuchó, seguida de «Death or Glory» y del tema que da nombre al disco. Eso fue lo último de lo nuevo; después, caricias para los fanáticos. «Hallowed be thy Name», «Fear of the Dark» y la homónima ochentera «Iron Maiden», para hacer un ensayo de cierre con otro caballito de batalla: «The Number of the Beast».

«Sé que este lugar es muy especial por las cosas que pasaron», dijo Dickinson en un momento, refiriéndose a las torturas y detenciones que hubo en el Estadio Nacional. «Pero a pesar de las diferencias, hoy estamos todos juntos aquí, como fans de Iron Maiden, y eso nos hace uno en todo el mundo. Todos somos ‘Blood Brothers'». Eso fue lo penúltimo, porque para terminar, la «Doncella de Hierro», habituada a los detalles, tuvo otro con los fanáticos. A pesar de que sea una de las más tocadas del repertorio, «Wasted Years» es una gran canción para ir tarareando de vuelta a la casa.

SHOW / Felipe Herrera

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