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Lollapalooza zarpó en Brasil embarcado en el espíritu indie de los británicos Florence + The Machine, los encargados de apagar las luces de un festival que rescató el ADN rockero con el que nació y que este año sumó a su cartel una buena dosis de hip hop y de electrónica.
La famosa melena pelirroja de la banda arrancó con «What the water gave me», el sencillo de su álbum «Ceremonials», que creó una maratón entre los fans para ver quién conseguía acercarse más.
La delicadeza de Florence Welch fue como un flechazo para sus seguidores, que no dejaron de corear «we love you» (te amamos). Como respuesta, la cantante les dedicó «How big, how blue, how beautiful», el tema que da nombre a su tercer trabajo de estudio.
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Los ingleses, que serán algunas de las estrellas de Lollapalooza Chile, cerraron con aire místico y aura de cuento de hadas la cita sónica, por la que este año han circulado 160.000 personas y que acabó por rendirse a la cortina de llovizna que bañó las últimas horas.
Florence + The Machine tuvo que competir, sin embargo, con los brasileños Planet Hemp, liderados por el carioca Marcelo D2, que tuvieron la ventaja de jugar en casa. La banda sustituyó al rapero Snopp Dogg, otro de los más cotizados de la programación paulista, que canceló su actuación días antes del festival.
Eminem, Gallagher y Hammond Jr.
El segundo y último día estuvo marcado por la resurrección del rock alternativo, después de que en los últimos tiempos el encuentro se hubiera embarcado en una ola comercial que había hecho arrugar la nariz a más de un incondicional de la música independiente. Y el guitarrista de The Strokes fue el cabeza de la triple ecuación rockera.
Albert Hammond Jr. presentó, ante un público mucho más numeroso que el del sábado, su álbum «Momentary Masters», para muchos, su mejor cosecha. El músico, hijo del reconocido compositor Albert Hammond, dejó atrás las canciones de la banda neoyorquina y regaló a sus fans una prueba del éxito de su incursión en solitario.
El baño de rock, blues y soul de los Alabama Shakes, que ya pasaron por el Lollapalooza hace tres años, fue la confirmación de que la huella indie del festival continúa viva. La desgarradora voz de Brittany Howard invadió el recinto antes de que Hammond abandonara su guitarra, y lo hizo desbordante de fuerza y de la sensualidad que ha incorporado en su último proyecto, pese a que la vocalista considere este cambio un simple accidente.
El océano alternativo se propagó también de la mano de Noel Gallagher, que viajó a Brasil con melodías experimentales y junto a su nueva formación, High Flying Birds. La mitad de los archifamosos Oasis subió a escena bastante más suelto de lo que tiene acostumbrados a sus admiradores, a quienes presentó su ecléctico «Chasing Yesterday», con el que ha cosechado una victoria que no se esperaba. Toda una paradoja para quien ostenta una entrada destacada en la enciclopedia del rock.
Con todo, la parrilla de conciertos la encabezó ayer Eminem, que elevó el festival hasta el olimpo del hip hop aunque ofreció un espectáculo más burocrático que innovador. El rapero fue el peso pesado del fin de semana, cuya primera línea comenzó con los estadounidenses Eagles of Death Metal, conocidos mundialmente por actuar en la sala Bataclan de la capital francesa durante los ataques terroristas del 13-N.
Con más de cincuenta actuaciones y dos días de música, Lollapalooza puso fin a su quinta edición en terreno brasileño, su primer destino antes de aterrizar el próximo fin de semana en el Parque O’Higgins.
EFE