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Columna de Sebastián Cerda: “Mi banda favorita ya no es la misma”

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«Tenemos 17 discos de estudio, y si le preguntas a los seguidores del grupo, yo creo que muchos se quedaron en el camino y hoy ni siquiera saben cuál es el último», me decía hace un par de años Roberto Márquez, el emblemático líder de Illapu, en los días previos a la edición de un nuevo álbum de la banda. Y claro, el antofagastino y los suyos seguían con la máquina andando como siempre, tratando de ir hacia adelante, pero en vivo sus fanáticos recibían con modorra cualquier cosa que no fuera «Vuelvo para vivir», «Lejos del amor» o «Candombe para José». Si el material reciente era bueno, poco importaba. Simplemente no eran esos clásicos. Punto.

Algo similar vivió Gustavo Cerati en su etapa en solitario. Llevaba cuatro sólidos álbumes editados, con todos sus singles bien ranqueados y, por si fuera poco, había logrado mantener ese respetable nivel de éxito tras haber ampliado notablemente su paleta compositiva. Sin embargo, la pregunta era insistente: «¿Volverá alguna vez Soda Stereo?». Sólo la gira que la banda realizó en 2007 logró calmar un poco ese ánimo incombustible que bullía en una parte de sus fans.

A algo así recuerda en estos días la recepción que ha encontrado Red Hot Chili Peppers a su nuevo álbum The Getaway, acogido con tibieza por un segmento de los fans y de la crítica. Y eso que no es un mal disco: Bajo la producción de Danger Mouse el grupo supo añadir nuevos elementos a un lenguaje que ya lucía algo reiterativo y agotado, sin perder su esencia en el funk de armadura contemporánea. Esto último, un rasgo que antaño dieron al género negro de la mano de la cruza con el rock, y que ahora también logran en la adición de líneas más poperas e incluso de inspiración jazzística. Por cierto, nada huele a clásico, y es posible que varios necesiten más de una escucha atenta, ya que aquí también hay algo de aventura, de exploración, lo que suele estar asociado a una digestión un poco más lenta. Hay que tragar los bocados de a poco, alternándolos con algunos sorbos de vino y una buena conversación, en una experiencia final que de todos modos sigue siendo agradable.

Pero así y todo hay quienes insisten en no perdonar la ausencia de una pieza con el punch de «Give it away» (1991) o la grandeza de «Otherside» (1999). Y qué decir de la partida de John Frusciante, que aunque date de hace ocho años algunos todavía niegan, como si eso lo fuera a llevar de vuelta a la alineación.

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Entonces, con todos estos ingredientes sobre el mesón, ¿dónde debemos fijar el foco? ¿Siempre en los artistas, bajo cualquier circunstancia? No necesariamente. Porque, es cierto, muchas veces se les acusa de llevar décadas en el ruedo impregnados de cierto anquilosamiento, con la máquina creativa andando en piloto automático, casi sin bencina y movida sólo por viejos laureles. Pero en otras ocasiones no son los cantantes ni los grupos los estancados, sino los mismos fans, reacios a escuchar nuevas cosas que se les propongan, limitando su memoria musical como si se tratara de un recipiente con capacidad establecida o, finalmente, con sus inconscientes negándose a asimilar el propio paso del tiempo, a aceptar que su primera juventud ya fue, o que la banda de su adolescencia también puede gustarle a otros que no sean sus contemporáneos.

«Si ya sé lo que me gusta de ellos, ¿para qué seguir escuchándolos?», parece ser la perezosa tesis detrás. O una peor: «La música hecha hoy no puede ser mejor que la que yo disfruté en mis años de mayor absorción musical». Como si esto fuera una guerrilla entre generaciones…

Con todo esto, otra conversación se me viene a la cabeza, esta vez con los integrantes de Lucybell. «Esto ya no es lo mismo, han cambiado», decían que era el reclamo de algunos de sus seguidores en la cruda época del EP Primitivo. Su respuesta fue categórica: «Por favor, si estamos en un disco nuevo. Sería muy fácil hacer otra vez un ‘Mataz’, pero como desconocen nuestra historia es fácil criticar. Entonces, a los que han opinado que esto no es lo mismo: ¡Claro que no es lo mismo! ¡No va a ser lo mismo!».

 

Por: Sebastián Cerda

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