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Columna de Sebastián Cerda: “TVN y “Buenos días a todos”: Dos relatos para una misma historia”

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Desde sus inicios, «Buenos días a todos» y TVN fueron un todo indivisible, el correlato de una misma historia. Ningún programa de la señal estatal tuvo esa característica tan impregnada en su ADN como el «matinal de Chile», eslogan al que la competencia siempre antepuso el término «autodenominado», como una forma de bajarlo del pedestal en sus años de gloria, y de darle en el suelo en su período más bajo. Pero lo cierto es que, aunque les haya dolido, durante dos décadas la frase no fue otra cosa que la expresión de una irrefutable verdad.

«Buenos días a todos», como su propio canal, representaba al chileno medio y convocaba al público con espíritu transversal y popular. Si algo estaba acaparando la atención general, allí se desarrollaba con mayor fuerza; sus concursos no buscaban hacer a nadie millonario, sino simplemente engrosar el mobiliario de la casa o contribuir a ese desafío colectivo que es llegar a fin de mes; si algo se transformaba en tendencia televisiva, el programa se subía al carro; y si sólo queríamos entretención y pelambre, pues allí también estaba. Durante años, entre las 08:00 y las 12:00, se sintonizaba casi por defecto, y las demás estaciones (sobre todo el 13) sufrieron esa irrebatible condición con un sinnúmero de apuestas fallidas. Es que al «Buenos días…» no había cómo bajarlo.

Había calidez y acogida en el longevo matinal: Desde los tonos amarillentos y la iluminación exagerada, hasta el menaje exhibido por aquí y por allá, como en un hogar cualquiera. Y así, como en casa, deben haberse sentido los televidentes, en buena medida gracias a anfitriones que siempre fueron dignos de palmotear en el jolgorio, o de arrojarse sobre sus hombros si había que sollozar un rato.

Todo eso también lo representaba la señal estatal, y esa simbiosis, para bien y para mal, nunca varió. Hasta sus últimos minutos, «Buenos días…» fue un síntoma que daba cuenta del estado de salud de ese organismo llamado TVN, y es innegable que las cosas no anduvieron bien. Así, ambos vieron estallar sus crisis de manera conjunta, confiaron en que el solo hecho de seguir adelante pondría las aguas sobre su cauce, se aferraron al peso de su nombre e historia, y vieron que sus números nunca salieron de la zona roja, hasta irse a pique. Como corolario, los dos terminarían sumergiéndose en una inconducente y errática espiral de cambios, una seguidilla de manotazos desesperados nada más que para intentar que el agua no subiera más allá del cuello.

Por lo mismo, y aunque la primera lectura golpee, no extraña la noticia sobre el fin del programa, tras 24 años al aire. Sostenido con respirador artificial desde hacía rato, y con su nombre públicamente homologado a fracaso, ejecutivos y nuevo equipo a cargo tomaron la radical decisión de comenzar otra etapa bajo nueva identidad y nuevos aires (aunque en esto de los matinales, sabemos, la rueda y la pólvora están descubiertas hace rato). «Reinvención», prefieren llamarle, como para que las nostálgicas de años mejores no entren en shock. O «refundación», ahora bajo la chapa «Muy buenos días».

¿No será síntoma de que, siguiendo la lógica del correlato, la estación deba seguir similar camino? Como es obvio, la manga no es igual de ancha para un programa y para un canal, sobre todo cuando éste tiene misiones y deberes tan particulares. Obligado a autofinanciarse, TVN no puede renunciar a la búsqueda del liderazgo, para dedicarse a los contenidos altruistas y elevados con que se asocia la «función pública». Ambas esferas, como hasta ahora, tienen que estar presentes, pero quizás la receta deba cambiar.

«El ‘Buenos días a todos’ fue por mucho tiempo muy inclusivo: Vengan acá, nosotros los recibimos», recordó a La Tercera Cristián Torres, productor ejecutivo del bloque matinal. «Creo que hoy la gente es quien nos tiene que recibir», concluyó en seguida. Y puede ser que, al menos en esa idea, el correlato deba mantenerse. Porque lo claro es que TVN hace rato no es un refugio, y que la audiencia ya no sintoniza sus televisores con camisetas puestas. Sin embargo, si logran golpear nuestra puerta trayendo algo atractivo entre manos, seguro que estaremos dispuestos a abrirles y dejarlos entrar, para darles exactamente la misma oportunidad que a cualquier otro.

 

SHOW/ Por:  Sebastián Cerda. 

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