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Columna de Sebastián Cerda: “La banda sonora del 18”

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Las cuecas y tonadas tradicionales se imponen en estos días por todas partes. Tal como «Jingle bells» y «Noche de paz» en período pre-navideño, «La Consentida», «El Guatón Loyola» y «Chicha de Curacaví» tienen tomados desde hace algunas semanas los supermercados y centros comerciales del país, como fiel reflejo del imaginario dieciochero que por décadas se ha impuesto.

Pero los factores que determinan una identidad —por importante que sea reproducir y preservar las tradiciones— no están hechos de mármol. Son evolutivos, y se retroalimentan de las diversas influencias que un territorio va recibiendo y exacerbando. De ahí el arraigo que en Chile tienen la cumbia (de raíz colombiana) y los corridos (de origen mexicano), reinterpretados en el tiempo según el perfil local y hoy parte innegable de nuestro folclor.

Lo saben Tommy Rey y un par más, ya puestos en la categoría de «tradicionales» con temas como «El galeón español» y «Daniela», pero aún no lo sabe la inmensa mayoría de los artistas locales, acunados en un paradójico under mediático, tanto en lo metropolitano como en lo regional (que son paladares diferentes), pese a su enorme masividad.

El ejemplo más claro es el de la nueva cumbia, ese género que desde la década pasada cautiva al público adulto-joven y que desde ahí ha tomado ascenso en forma transversal, primero con agrupaciones detonantes como Chico Trujillo, JuanaFé y Banda Conmoción. Sin embargo, ello no fue impedimento para que muchos quedaran marcando ocupado cuando Combo Tortuga se impuso por votación popular como Artista del Año, en la última entrega de los Premios Pulsar, o al saber que Santa Feria llenaría el Movistar Arena.

Probablemente sean estos mismos nombres los que este fin de semana animen buena parte de las celebraciones que se levantarán en los hogares, tal como hará otro género que hoy sigue generando resistencias, pero que en una edad futura podría perfectamente engrosar la lista de tintes patrimoniales que hoy mencionamos: El reggaetón.

Al menos en 2015 ya ocurrió algo así, de acuerdo con el estudio que entonces divulgó Spotify. En esa plataforma, los artistas más recurrentes en listas bautizadas con términos como «Fonda», «18» o «Fiestas Patrias» no fueron créditos locales, sino foráneos como Yandel, J Balvin, Daddy Yankee, Pitbull, J Álvarez, Don Omar, Nicky Jam, Henry Méndez, Wisin, Zion & Lennox, Alkilados, Plan B y Sofía Reyes.

No hay mucho que hacer al respecto: Ése es el sonido que desde hace al menos once años viene identificando a la cultura popular urbana, al gueto latino. En nuestro caso, a ese Chile amplio que crece fuera de la mirada de quienes pretenden dictar la cultura, que sufre el desprecio de esos mismos grupos, y que ha encontrado en el escapismo y en lo primitivo su coraza ante la marginación.

Quizás todas esas corrientes se estén mezclando ahora, tal como antes se mezclaron la guaracha, con la cumbia y la ranchera, para construir nuevas expresiones que brillarán en el 18 de fines de siglo, y que, le guste a quien le guste, siempre hay que reconocer y mirar de frente.

 

Por Sebastián Cerda/Pub

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