“La semana pasada fue diferente a cualquier cosa que haya experimentado en toda mi vida. No estoy segura de que alguna vez pueda encontrar las palabras adecuadas para describir esto, pero lo voy a intentar”. Así comienza a contar Angela Hernández una extraordinaria historia de supervivencia que la tuvo como protagonista.
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La joven de 23 años conducía hacia el sur de California cuando un pequeño animal se cruzó en el camino. Trató de hacerle el quite, pero terminó perdiendo el control del vehículo y cayó por un acantilado de 60 metros directo a las aguas del océano Pacífico.
“No recuerdo gran parte de la caída”, asegura Angela, que apunta que cuando despertó, aún estaba en el interior del auto y el agua subía por sus rodillas, que le dolía la cabeza y que cuando se la tocó la mano le quedó ensangrentada.
Relata que logró tomar una pequeña herramienta y comenzó a golpear la ventana del conductor, pero que en cada arremetida le dolía todo el cuerpo. Casi no sabe cómo logró salir, pero tras ello nadó hasta la orilla y se quedó dormida.
Angela dice que cuando despertó todavía había luz de día, que lo único que veía era el mar, las rocas y el acantilado, que estaba sin zapatos y que trató de volver al auto para sacar un bidón de agua, pero el dolor lo había hecho imposible.
La joven comenzó a vagar por la orilla buscando ayuda, incluso logró subir algunos metros mientras veía pasar algunos vehículos por la carretera, pero sus gritos nunca fueron escuchados.
Cuando llevaba tres días, encontró una pequeña manguera y en su recorrido vio “un gran pedazo de musgo con agua goteando”, lo que le sirvió para beber un poco y combatir la deshidratación que la estaba afectando.
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Los días pasaron y Angela ya había establecido una rutina, bebía agua, trataba de subir lo más alto para pedir ayuda y en la noche buscaba un punto alto en los roqueríos para poder dormir antes de que subiera la marea.
Cuando ya llevaba 7 días y las esperanzas comenzaban a irse, la joven vio a una mujer caminando en la orilla y le gritó pidiendo ayuda. Ella estaba con su esposo y le dijo que habían ido al lugar cuando vieron parte del vehículo que resaltaba sobre las olas.
“No podía creer que fueran reales”, escribió Angela.
Chad y Chelsea Moore, quienes la encontraron, apuntaron que eran amantes del mar y que estaban buscando un buen lugar para pescar. Que vieron el parachoques del Jeep y fueron a ver qué encontraban y que incluso pensaron que podrían haber cadáveres al interior del vehículo, señala The Washington Post.
“Ella estaba feliz de vernos, le preguntamos si estaba dentro del Jeep y ella nos dijo ‘ese era mi Jeep’”, recuerda Chad.
Tras un llamado al 911, Angela fue sacada en helicóptero del lugar y una vez en el hospital, los médicos le dijeron que había sufrido una hemorragia cerebral, la fractura de cuatro costillas y la clavícula, un pulmón colapsado y vasos sanguíneos rotos en ambos ojos además de serias quemaduras en manos, pies y cara.
Además, supo que la estaban buscando por una presunta desgracia y que la neblina que por varios momentos cubría la zona había hecho imposible localizar el auto.
Finalmente, la joven escribió que “al final del día, nada de eso importa…, estoy aquí en el hospital riendo con mi hermana. He conocido a algunos de los seres humanos más hermosos que creo que voy a conocer en toda mi vida. He experimentado algo tan único y aterrador y no puedo imaginar que no haya un propósito más grande para mí en esta vida. No lo sé chicos, la vida es increíble”.
La familia creo una cuenta en GoFundMe para ayudarla con los gastos médicos y comprar un nuevo auto, ya que era «su medio de vida». La colecta buscaba recolectar 10 mil dólares y en sólo tres días ya suma más de 9.300.