El pasado 25 de agosto el pequeño Mazikeen Curtis de dos años murió por una sobredosis y aunque cueste creerlo todo apunta a que su madre lo habría asesinado.
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A las 10.30 de la mañana, la policía llegó hasta una vivienda en Pensilvania luego de que Jennifer Clarey no dejara entrar a personal de los servicios sociales del condado de Bucks. Además, le dijeron a los uniformados que la mujer parecía estar intoxicada, indica Katu2.
Al ingresar a la casa, los agentes encontraron a Mazikeen sin vida y tendido en una cama. Su madre se encontraba acostada al lado del menor, sangrando profusamente por cortes en ambas muñecas.
“El niño no mostró signos de vida, estaba frío al tacto”, dijeron los oficiales.
La mujer fue trasladada hasta un hospital donde fue tratada por su heridas “autoinfligidas” y se recuperó “sin mayores problemas”.
Los médicos forenses no tenían muy claro en un principio las causas de la muerte del niño, pero creían que podría haber sido por una sobredosis, ya que el cerebro del pequeño estaba “hinchado y oscuro”.
Los exámenes toxicológicos determinaron que había “Vicodin y Benadryl en el sistema del niño y que los niveles eran lo suficientemente altos como para matarlo”. Además, la taza para bebé de Mazikeen dio positivo en hidrocodona, que es uno de los compuestos del Vicodin.
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Clarey fue arrestada, acusada de homicidio y se encuentra detenida sin fianza a la espera de que este lunes comparezca ante la Justicia.
Matthew D. Weintraub, fiscal de distrito, dijo que la muerte del menor “va más allá de una terrible tragedia” y que “esto fue claramente un acto asesino”, señala People.
Eso sí, luego moderó un poco sus dichos asegurando que y manifestó que “si fue premeditado o no, será determinado en el juicio”, sin embargo insistió que “fue un asesinato con malicia”.