Brianna Rawlings estaba feliz porque iba a tener a su primer hijo. La joven de 18 años vivía ilusionada con el crecimiento de su pequeño en el vientre e incluso ya le tenía nombre: Kyden.
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Cuando tenía 17 semanas, terminó en un hospital de Sídney y tras múltiples exámenes fue diagnosticada con un agresivo cáncer.
Sin dudarlo, Brianna decidió postergar el tratamiento con quimioterapia que le podría salvar la vida privilegiando la de su hijo y fue muy clara con los médicos asegurándoles que no iba a interrumpir su embarazo.
Tres meses antes de la fecha prevista para dar a luz, la joven sufrió dolores insoportables y fiebre alta, por lo que los médicos tuvieron que realizarle una cesárea de emergencia.
El pequeño Kyden fue un verdadero milagro para sus padres, pero desafortunadamente falleció a los 12 días. “12 días cortos pero mágicos y preciados…, en los que hizo crecer sus alas de ángel dejando atrás a sus padres devastados”, se puede leer en la página de GoFundMe en la que la familia buscaba recaudar fondos para solventar los gastos médicos.
“Fueron los mejores 12 días de mi vida”, le dijo Brianna al Daily Mail.
Días después la joven comenzó con el tratamiento y los resultados fueron esperanzadores. Subió de peso y se sentía bien.
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Pero la vida «puede ser muy cruel», no le pudieron realizar un trasplante de médula, la quimioterapia ya no servía y los doctores buscaban someterla a un costoso tratamiento experimental, indica Mirror.
“Llegó al final de su viaje con nosotros aquí en la tierra y finalmente se reunió Kyden”, escribió la familia al dar la noticia sobre su muerte.
“Estamos absolutamente destrozados, pero al mismo tiempo en paz, sabiendo que ya no sientes dolor”, agregaron en una desconsolada despedida.