«Abajo no había turnos. Allí se estaba hasta que ya no se podía más. La frase era: ‘Me voy que ya no puedo ni sujetar el martillo'». Jornadas de arduo trabajo debió enfrentar Nicolás Rando, uno de los ocho mineros que bajaron a través de la cápsula al túnel vertical durante largas horas para buscar a Julen, el menor de 2 años que fue encontrado muerto tras caer a un pozo de más de 100 metros de profundidad y 25 centímetros de diámetro en la localidad española de Totalán.
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El hecho causó impacto en el mundo desde el 13 de enero pasado, cuando el niño se precipitó en el lugar mientras disfrutaba un día familiar. Esta situación derivó en todo un operativo de rescate, que se vio complicado debido a las condiciones rocosas del terreno.
Y luego que se concluyera el túnel vertical realizado a un costado del pozo por donde cayó el pequeño, se debía avanzar en una galería horizontal que un grupo de ocho mineros, trabajando en parejas por lapsos de 40 minutos, debieron realizar por horas hasta que el pasado viernes se entregó la noticia que nadie quería: fue hallado el cuerpo sin vida de Julen
Y Rando fue el rescatista que debió sacar el cuerpo del menor, el cual confesó a Diario Sur cómo fueron las horas de trabajo y sus sensaciones tras encontrar al niño en el pozo.
El día que el pequeño cayó, un amigo bombero lo llamó por teléfono contándole lo que había ocurrido en Totalán. «Yo estaba de día libre, con mi familia. Me contó que un niño había caído por un pozo de 25 centímetros de diámetro en Totalán y que no sabían qué hacer, por si teníamos alguna idea», expresó.
Al día siguiente ya estaba en el lugar y vio cómo los primeros intentos fallaban, como la manguera que ingresaron por el pozo para intentar succionar el tapón que cubría la zona donde estaba Julen.
«Cada vez que aparecía un problema invertíamos muchísimo tiempo en solucionarlo. Sólo en retirar la manguera que se atascó tardamos más de 36 horas. Era decepcionante», indicó.
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Luego se dio la idea de que los mineros bajaran a través de la cápsula cuando se finalizaran los trabajos del túnel vertical. «Nos citaban allí a las 6 de la mañana, pero la noche antes nos llamaban y nos decían ‘tranquilos, que la máquina ha tenido algún problema y se ha parado’. Más que nerviosos, teníamos la sensación de que en algún momento debía salir algo bien. La verdad es que nunca se ha hecho un agujero de esas dimensiones en España. Nadie ha hecho nunca algo así», afirmó.
El momento del descenso
«Nos dijimos que ya de allí no salimos hasta que encontráramos a Julen». Ese fue el juramento que se hicieron todos a horas de empezar la parte final del operativo de rescate.
«Yo bajé después de la segunda (microvoladura), en el tercer o cuarto descenso. Es una sensación extraña, rara, bajar por un tubo de hierro. Yo me he metido en agujeros más estrechos y claustrofóbicos, pero aquello… Miras hacia arriba y piensas: ‘Si pasa algo aquí…'», confesó.
«Hubo un momento en que se metieron tres mineros, a hierro, y le dieron un buen avance. Llegaron a los 2,50 metros. Y ahí se tomó la decisión de que, a partir de ese momento, iba a bajar siempre un guardia civil con los mineros para ejercer las funciones de Policía Judicial. Si estaba vivo, para socorrerlo, y si no… para coger vestigios y hacer la inspección ocular. La esperanza nunca la perdimos», manifestó.
A los 3,70 metros avanzado por la galería, a escasos centímetros de donde estaba Julen, «dimos unos golpes al tubo del niño (el pozo al que cayó también fue encamisado durante el operativo. Hicimos una cata y vimos que la tierra era diferente. Mi compañero metió una cámara por el agujero que abrimos. Y vio al niño».
«Me tocó a mí»
Eso es lo que señala Rando al contar que justo en su turno fue el momento en que quedó junto al menor. «A partir de ahí, tuve sensaciones encontradas. Un cierto alivio por haber terminado el trabajo terminado. Pero enfurecido por el resultado. No le doy vueltas. Hemos movido tierra como para parar siete aviones, hemos conseguido llegar a él y lo hemos sacado. No estaba vivo, eso es lo peor. Pero lo hemos dado todo», agregó.
El minero asegura eso sí que sintió «un poco de consuelo» al saber que Julen falleció el día que cayó, ya que tuvo que sufrir por días en condiciones extremas. Además, remarca que pese a lo impactante del hecho que debió enfrentar, precisó que estaba mentalizado que algo así le podía tocar: «sabía que iba a tener que hacerlo».
El medio español relata cómo fueron los primeros minutos del hombre tras salir con el cuerpo del menor del túnel: «Pero cuando lo dejó en la carpa, donde esperaban dos forenses para los que habían grabado toda la escena con una GoPro, se tuvo que ir solo a un lugar apartado de la plataforma de trabajo y se derrumbó. Después, recogieron sus herramientas y se marcharon de allí».
«Llegué a casa a las seis de la mañana. A las dos horas, llegó mi hija al cuarto y me dio dos tortas para espabilarme y despertarme. Ese día, no me importó», remató Rando.