Funcionan por lo que se conoce como electroluminiscencia, que no es otra cosa que la manera en que un diodo emisor de luz (también conocido por la sigla LED, del inglés light-emitting diode) transforma la energía en luz cuando está activado.
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Una forma de iluminar ampliamente utilizado por su menor consumo energético, pero que ha levantado algunas alertas luego que la Agencia Francesa para la Alimentación, el Medio Ambiente y la Seguridad y Salud Ocupacional (ANSES), presentara un informe de unas 400 páginas, donde establece que las luces LED pueden dañar permanentemente la retina y perturbar los ritmos naturales del sueño.
La entidad manifestó su preocupación por la contaminación «foto-tóxica» de estas luces y la forma en que la exposición a ellas afecte la visión de las personas.
En el informe se hace una diferenciación entre aquellas intensas, como las de los focos de automóviles y los focos de menor intensidad.
Igual riesgo
Si bien las luces LED son eficientes energéticamente y más económicas, el debate está abierto tras este informe.
La institución francesa apunta que pese a que su intensidad es menor, las luces que se utilizan en las viviendas, son igual potencialmente peligrosas, ya que la exposición crónica puede «acelerar el envejecimiento del tejido retiniano» y contribuir a una visión deficiente.
El ANSES apuntó además que el mayor problema puede darse en los ojos de los niños más pequeños, debido a que la lente cristalina en sus ojos no está completamente formada, lo que los hace susceptibles a tales problemas.
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Estas luces también podrían afectar el ritmo circadiano, afectando a personas con trastornos metabólicos, enfermedades cardiovasculares y algunas formas de cáncer.
Por eso el informe detalla que para la iluminación doméstica, es recomendable la iluminación LED «blanca cálida» y limitar la exposición a fuentes de LED con una alta concentración de luz azul, además de evitar el uso de las pantallas LED antes de acostarse.