Irrespetuoso e insensible. Esas fueron las palabras usadas por la arqueóloga Jo Anne Van Tilburg por el daño que los turistas realizan en la Isla de Pascua, en su deseo de obtener la mejor serlfie posible de su paso por el territorio insular chileno.
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El mayor reclamo de la académica de la Universidad de California en Los Ángeles, es no sólo que los turistas pisotean los terrenos sagrados, sino que dañan la composición de los Moai cada vez que se sacan fotos metiéndoles el dedo a la nariz a las figuras de piedra talladas entre el 1100 y el 1400.
La arqueóloga plasmó su queja a la revista Newsweek -que cita el diario inglés Daily Mail– donde destacó que los habitantes de Isla de Pascua hace rato luchan por controlar la afluencia de turismo.
Cabe mencionar que según los datos proporcionados por la revista 150.000 personas visitaron el territorio sólo el 2018, cifra significativamente mayor a los 2.500 visitantes anuales que se recibían a principios de los años ochenta.
Para Van Tillburgh, la cifra es demasiado alta considerando que»es una isla donde la electricidad es suministrada por un generador, el agua es preciosa y se agota, y toda la infraestructura está estresada, 150.000 son una multitud».
Mal comportamiento
La queja de la investigadora tiene como finalidad que los turistas respeten el patrimonio y dejen de sobrepasar los límites solo por una foto perfecta o divertida.
«Lo hacen con un solo objetivo: alinear el ángulo perfecto para una selfie, a menudo mostrando a los turistas picando las narices de los Moai», cuestiona Van Tilburg.
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La arqueóloga apunta que esto es problemático no solo porque existe el riesgo de un daño irreparable a las milenarias figuras sino porque tampoco respeta las esculturas sagradas.
«Para la comunidad local, las cabezas talladas representan a los ancestros de los antiguos polinesios y su relación con los dioses. Y bajo la ley chilena, los Moai se consideran parte del paisaje y no solo objetos», apunta.
Van Tilburg, quien ha estado realizando investigaciones en la isla durante 40 años, agregó que le preocupa esa «falta de interés genuino» de los turistas que solo desean insertarse en la historia tomando un selfie con las estatuas eternas.