Tacómetro

Long Test al 508 GT, bautizo intenso a un Peugeot súper dotado

Con la prueba exclusiva del Peugeot 508 GT, nuevo motor diésel de 2.2 y alto refinamiento, iniciamos este rincón para pruebas de largo aliento, en este caso, con más mil 200 kilómetros recorridos entre Santiago, la Octava Región y el regreso a la capital.

Pionero. Este 508 GT sube al trono de la gama estrenando un motor diésel de 2.2 litros y que entrega una potencia máxima de 204 CV. Tras la presentación durante el último trimestre del año pasado, habíamos tenido oportunidad de conocer las series equipadas con el turbo gasolinero o diésel pero desde una cilindrada de 1.6 litro. La marca del León, tras el éxito de un sedán tan completo y de honesta prosapia, se atreve a coronar la gama con versión first class. Más allá de que sus butacas de cuero sean calefaccionadas o la del conductor haga masajes con tan solo apretar un botón, tecnológicamente el 508 GT estrena en Chile un GPS proyectado en una pantalla central muy avanzado.

 

No hay ningún Peugeot que posea este chiche. Conozco bastante bien mi país, pero siempre será un apoyo, una suma, que un dispositivo conectado a la información de origen satelital me vaya informando de calles de una ciudad como Penco, en la Octava Región, y que yo malamente creía confinada a una condición de retraso en materia de GPS. Torpe lo mío. E inmensa la sorpresa cuando al dejar la Autopista del Itata, con rumbo a Dichato, entro a Penco y el producto estrella me comienza a referir las calles y avenidas penconas.

Son varias las especificaciones que el cliente de la gama sólo podrá encontrar en este auto. Para los más conocedores, contarles que la suspensión también es propia sólo del 508 GT y consiste en un paralelógramo deformable (lo cual dice bastante ya que Citroën recurre a esta suspensión para su superlativo y súper clase C6).

 

En ajuste eléctrico de los asientos delanteros concurren a ensalzar un confort que también se topa de bruces con algunos golpes secos que se dejan sentir al pasar por baches muy evidentes o carreteras en mal estado como la zona bacheada de la Ruta de Los Conquistadores cuando, de norte a sur, nos acercamos a la ciudad de Cauquenes. La climatización bi zona se encarga muy bien de las subdivisiones del habitáculo y se agradece mucho cuando los viajeros tienen diferentes percepciones de lo que es el frío, el calor o sus intermedios. En todo momento, el auto informa de la temperatura exterior y cuando pasaba a la altura de Chillán cerca de las 10 de la noche me informaba de 3 grados. Comprensible, pero la sorpresa, otra vez, se dio como un vistoso cartel anuncio y que en formato digital grita desde el visor del computador de abordo: “Peligro de suelo con hielo”. De inmediato busco el modo invierno en la base cerca de la palanca de la transmisión.

 

 

¡ADELANTE!

Como la llave no necesita ser introducida en parte alguna, el auto arranca desde un botón situado bien a la izquierda del tablero, cerca de la puerta del conductor. La caja automática de seis relaciones permite ir operando las marchas mediante clavijas situadas detrás del volante, las que a veces son muy útiles cuando el sistema insiste en una marcha que uno ve a las claras que no es la más adecuada en términos de consumo y de entrega de potencia. El papel del torque en sensacional. Desde muy abajo el auto empuja fuerte y de modo refinado, sobre todo haciendo memoria de cómo se dio la entrega de portencia en la versión diésel 1.6 en este mismo modelo. Son 450 Nm entre 2.000 y 2.700 vueltas. Una pick up de trabajo duro se quisiera semejante poder y fuerza.

 

En materia de velocidad, se dan situaciones notables, como ir escalar a velocidades tan altas como 140 km/hora con el tacómetro apenas tocando las dos mil revoluciones (por pocos segundos y en una carretera muy solitaria y seguro, porque dicha velocidad es una transgresión totalmente desaconsejable).

Me pareció ágil en una zonas de curvas muy pronunciadas cerca de Tomé, en la Octava Región. La dirección lee bien la orden del piloto, incluso la intención de lo que será la siguiente maniobra. Con tanta entrega de potencia y un auto con peso normal (1.615 kilos), los rebases en autopista son un mero trámite.

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