Tacómetro

TUCKER: La pasión sin límites

Para aquellos que conocen la historia, la traducción del término "pasión" al inglés es una sola: Tucker.

Hace unos años haciendo zapping me topé con una película que me capturó desde el primer minuto. Jeff Bridges personificaba a Preston Tucker. La película “Tucker, el hombre y su sueño” (producida por George Lucas y dirigida por Francis Ford Coppola), relataba la historia de este americano, empresario y diseñador de automóviles. La historia era tan entretenida que no hubo momentos para ir a buscar un café o una cerveza.
Seguramente en la vida real, en la vida de Preston Tucker tampoco hubo suficiente tiempo para café o cerveza, sólo había tiempo para lo que él más amaba, los automóviles.
Nacido en 1903 en Capac, Michigan, Preston Tucker siempre estuvo relacionado con el mundo automotor. Siendo muy joven ingresó al departamento de policía con la única finalidad de trabajar en el servicio técnico y preparación de los coches policiales. Su pasión le pasó la cuenta cuando descubrieron que había aplicado aditivos ilegales al carburante de su vehículo policial para lograr un mejor rendimiento y prefirió renunciar.
Tucker recorrió laboralmente casi todos los fabricantes americanos. Trabajó para Cadillac, Ford, Studebaker, Chrysler y Stutz. Pese a adquirir una gran experiencia, Preston buscaba la independencia y también mayores recursos. Su último trabajo como dependiente fue el de vendedor de un concesionario de modelos de lujo en Memphis, Tennessee. Al poco tiempo y dado su exitosa carrera, llegó a ser el gerente de sucursal, lo que le traería suculentos ingresos para, ojalá en el más cercano plazo, desarrollar sus añorados proyectos propios.

UN ADELANTADO

Año a año Preston Tucker se arrancaba a Indianápolis a disfrutar de la prueba tuerca por excelencia en el país del norte, las 500 Millas. En uno de aquellos viajes conoció a Harry Miller, preparador y dueño de su propia escudería. Acordaron conformar la Miller y Tucker Inc., con la finalidad de preparar autos de carrera. La empresa no tuvo el éxito que ambos esperaban por diversas fallas de los modelos desarrollados y en 1943 el emprendimiento llegó a su fin con el fallecimiento de Miller.
Preston trasladó sus operaciones a California para desarrollar su sueño, vehículos con sello Tucker. Sus primeros desarrollos, dada la contingencia, se basaron en blindados para las fuerzas armadas americanas, los cuales desarrollaban prestaciones bastante más generosas que las que se requería por licitación. Tucker terminó asociándose con Andrew Higgins, constructor de buques de guerra y se desempeñó hasta 1943 como vicepresidente, centrando sus acciones en la división de armamento. La fama de Tucker se acrecentaba… Y los problemas también.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Preston Tucker se focalizó en la producción de vehículos particulares, fundando Tucker Corporation.
Su primer modelo, el Tucker Sedán 48, diseñado  por Alex Tremulis y más conocido como Tucker Torpedo, tenía un diseño altamente futurista e innovador. Ese formato traía asociadas características poco vistas hasta ese momento en autos de producción. Frenos de disco, inyección de combustible, cinturones de seguridad, focos móviles (con un tercer foco central fijo) y vidrios inastillables fueron gratamente recibidos por la crítica y los primeros usuarios. Sin embargo, las mantenciones técnicas eran complejas y demasiado recurrentes.

GUERRA DE INTERESES

La Comisión de Seguridad e Intercambios de Estados Unidos solicitó una producción mínima de 50 unidades para aprobar la fabricación de los Tucker Torpedo. La empresa tuvo innumerables inconvenientes, presiones y trabas burocráticas. Lo anterior implicó construir sólo 51 unidades, después vendrían los problemas.
Al poco tiempo después, la misma Comisión demandó por fraude a la Tucker Corporation. Las sospechas sobre esta extraña demanda apuntaban a presiones de los grandes fabricantes americanos que temían el éxito de los modelos Tucker pero nunca se pudo comprobar lo que todos intuían. Después de un largo juicio, la empresa y los ocho ejecutivos demandados salieron airosos e inocentes de todo cargo. Pese a ello, la empresa mantenía grandes deudas y Preston Tucker se vio en la obligación de venderla.
La pasión de Preston Tucker lo llevaría a Brasil para trabajar en el desarrollo de un prototipo denominado Carioca. Junto al diseñador ruso Alexis de Sakhnoffsky trabajaron en el proyecto que finalmente sólo quedó en los planos y nunca se llevó a producción.
A su regreso a Estados Unidos, Tucker sufrió una serie de descompensaciones. Los análisis entregarían un diagnóstico oscuro. Su adicción al tabaco trajo como consecuencia un fulminante cáncer de pulmón. A los 53 años fallecería en su casa de Ypsilanti, Michigan.
De los 51 Tucker Torpedo construidos a fines de los años 40, 47 siguen rodando en perfecto estado. Quizás si los problemas burocráticos, las presiones, las trabas, el tabaco y la desconfianza en sus productos no se hubieran interpuesto en el sueño de Preston Tucker, el mercado americano sería radicalmente diferente. Lamentablemente sólo conocimos el Tucker Torpedo, un gran Auto con Historia.

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