Déficit atencional y drogas en los niños: Cómo enfrentarlos

En EEUU, un reciente estudio revela que el déficit atencional en niños aumentó un 17%. En Chile, las cifras dicen que el 12,6% de los santiaguinos presenta el trastorno. La doctora norteamericana Vicki Panaccione, sicóloga infantil, entregó a Publimetro Internacional algunas claves para ayudar a los padres a enfrentar el síndrome

Como los lentes Una analogía útil sobre la medicación en el déficit atencional. Gafas: Te enteras de que tu hijo necesita lentes. No hay test de sangre y las pruebas oculares son subjetivas (basadas lo que dice el niño). Tú puedes decidir que realmente no quieres que tu hijo use lentes, entonces buscas alternativas. Opciones: Podríamos sentar al niño cerca del pizarrón, darle libros de letra gigante y hacer que alguien camine junto a él para que navegue el entorno. O podríamos ponerle unos lentes.

Los niños experimentan mu­chos problemas con el dé­ficit atencional, algunos involuntariamente causados por sus padres. No me malinterpreten, son pa­dres con buenas intenciones, son aquellos que entran en mi oficina y dicen: “No voy a drogar a mis hijos”. No se les puede culpar, todos los meses aparece un estudio sobre la medicación y sus peligros o beneficios. 

He descubierto, en los 25 años que llevo trabajando con niños, que la medicina tiene un efecto muy positivo en niños con problemas de ­hiper­actividad. La mejora en su atención, concentración y comportamiento puede ser asombrosa. Es como si te dijeran que tu hijo tiene diabetes y necesita insulina ¿Discutirías eso? ¡No! ¿Por qué? Porque puede ser medido, puedes tomar una muestra de sangre y comprobarlo. ¿Y entonces por qué los padres se resisten tanto a los medicamentos? Por distintas razones que comprendo y respeto. La primera, es que este trastorno no siempre es entendido por lo que es: un de­sequilibrio químico. La razón por la que los niños tienen problemas de hiperactividad, incluyendo dificultades para prestar atención o quedarse quietos, es porque no están produciendo la cantidad co­rrecta de químicos en sus cerebros.

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