Columna de Felipe Kast: "Estado Articulador"

¿Qué duda cabe? Necesitamos con urgencia más espacios de inclusión. Lugares de encuentro donde la condición de ciudadano y el sentirse parte de la sociedad se hagan realidad. Desgraciadamente la historia nos ha demostrado que el Estado ha fallado sistemáticamente en su intento por generar estos espacios a pesar de haber multiplicado los ingresos fiscales por cuatro desde 1990.  En su lugar, y con infinitamente menos recursos, cientos de emprendedores sociales han logrado generar espacios de inclusión en distintos ámbitos.

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¿Qué es un espacio de inclusión? Un lugar donde se cumplen dos condiciones: (1) muchos quieren participar de él y (2) nadie es discriminado arbitrariamente para entrar en él. Ambos elementos son igualmente relevantes. Faltando uno de ellos se pierde la magia. 

Miremos por un minuto la educación estatal en nuestro país, que debiera ser el espacio de inclusión social por excelencia. ¿Logra cumplir con el estándar de inclusión social? La respuesta es claramente negativa. A lo largo del tiempo más de un millón de apoderados ha optado por escapar de ella, y desde que se crea la subvención especial (SEP) la fuga se concentró en familias de menores recursos. 

Igualmente interesante resulta preguntar si acaso existen colegios particulares subvencionados que logran construir espacios de inclusión que cumplan con ambas condiciones. Afortunadamente sí, y la Fundación Astoreca es un buen ejemplo de aquello. La lista de interesados supera ampliamente los cupos disponibles, el mecanismo de admisión se apega fielmente a lo que dice la ley actualmente en relación a prohibir la selección académica en niños de 5 años, y los resultados son sustantivamente mejores que el promedio del sistema.

¿Cuál es la diferencia entre ambos? ¿Por qué con recursos económicos similares unos colegios generan espacios de inclusión y los otros se vacían? La respuesta es simple. Uno de ellos cuenta con un emprendedor social que está constantemente empujando por entregar educación de calidad,  el otro está a cargo de un funcionario estatal que dura en el cargo mientras el alcalde comparta su color político. Uno de ellos tiene flexibilidad para gestionar de buena manera su colegio, el otro se encuentra en una camisa de fuerza gracias a la burocracia estatal y al estatuto docente.

A la luz de esta evidencia una ruta interesante a explorar en la reforma educacional sería el pasar desde un modelo de “Estado gestor” a uno de “estado articulador”. Tomarse en serio el rol del estado como regulador para asegurar la calidad de todos los colegios y al mismo tiempo exigir a todo colegio subvencionado cumplir con el estándar de no discriminar. Esta ruta es un camino con resultados probados más allá de la educación.

Un niño que requiere tratar su condición de discapacidad encuentra ese espacio de inclusión en la Teletón. Un niño que requiere tratar quemaduras severas no tiene mejor lugar que Coaniquem. El colegio que tiene las mejores prácticas en inclusión para un niño con síndrome de Down es el Colegio Institución Teresiana. Hoy son miles los emprendedores sociales que quieren construir espacios de inclusión. Sólo hace falta que confiar y tomarlos en serio, tal como lo pedía a gritos Felipe Cubillos antes de partir.

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