Dos son los ejercicios teóricos que hemos hecho los futboleros chilenos desde el jueves en la noche, post 1-2 ante Argentina. En un primer grupo están los del “elijo creer”, que se han dedicado a sacar cálculos, cada vez más milagrosos, soñando con Qatar 2022.
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En un segundo lote están los “no creyentes”, aquellos que ya piensan en el siguiente proceso, que han empezado a parar oncenas con el Mundial 2026 a la vista. Y ahí, el panorama asoma incluso menos auspicioso que la calculadora.
Imagínese una formación titular de la “Roja” sin ninguno de los integrantes de la “Generación Dorada”, suponiendo que se vendrá una estampida de retiros, ya sea en marzo o en diciembre, más allá de que alguno decida jugársela por un último intento. Cualquiera sea su alineación, estará varios escalones por debajo de la bicampeona de América, sin duda alguna la mejor de todos los tiempos.
Entonces, más que apostar por las individualidades, habrá que formar un equipo, como lo han hecho, por ejemplo, los peruanos. Por eso, se requiere un entrenador refundacional, que les saque partido a jugadores que probablemente no alcanzarán la élite mundial.
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En esa línea, espero que Milad y Cagigao ya estén pensando en el próximo DT. Entre que se fue Rueda y llegó Lasarte tuvieron un mes, y hasta dos, porque desde la caída en Venezuela se sabía que el colombiano no seguía.
Sin embargo, terminaron trayendo al que estaba a la mano, mientras el reputado Pékerman ya inició su proyecto en la “Vinotinto”. Y así estamos...