El mercado de pases del fútbol chileno que cierra esta semana ha estado más movido que nunca. Con la Católica como indudable ganadora, obligada por lo menos a meterse en la próxima Libertadores para mantener este plantel de lujo, esta ventana de traspasos es una pequeña muestra de la política de ventas de los tres equipos grandes en los últimos tiempos.
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Primero, está la UC, que vio al “Pollo” Valencia romper el cascarón, crecer y consolidarse en el club. Recién entonces, habiendo conseguido títulos y millones para la institución, lo dejó emprender vuelo, tal como lo hizo, por ejemplo, con Guillermo Maripán y Benjamín Kuscevic, y como seguramente tiene planificados los casos de Marcelino Núñez y Gonzalo Tapia, por citar a dos.
Así, Cruzados cuenta con recursos para pagar una plantilla cara y seguir siendo competitivos, siempre hablando del medio local. Mientras tanto, empezará a remodelar su estadio.
Luego, está Colo Colo, con su apuesta por las estrellas fugaces, como el “Pibe” Solari, cuya permanencia era insostenible dado el calibre de la oferta. Este modelo intentarán imitar con el defensa uruguayo Alan Saldivia, el volante boliviano Ervin Vaca y el mediocampista “charrúa” Pablo Da Silveira, entre otros, mientras los canteranos entran y salen, sin poder asentarse.
Lejos de reinvertir, el dinero proveniente de River irá directamente a saldar las deudas heredadas del período de Mosa al mando de ByN. Ése donde se pagaba mucho y se jugaba poco.
Finalmente, está la “U”, donde por ahora el único valor exportable es Darío Osorio, el “Bebé”, como lo apodaron en Italia. Claro, tiene apenas 18 años, un puñado de partidos en Primera y pinta para crack, pero probablemente termine yéndose sin dejarle ningún logro al cuadro “laico” más allá de la plata, como ocurrió con Luis Rojas.
¿Hacia dónde irán a parar esos dólares que más temprano que tarde ingresarán a las arcas de Azul Azul? Prefiero no decirlo, pero le doy una pista: es una ciudad que empieza con “Talca” y termina con “huano”.