Por estos días, una de las pocas cosas grandes que le va quedando a Universidad de Chile es su hinchada. Y no es una frase para la galera, sino una simple observación, considerando que tiene una dirigencia que pareciera que se equivoca a propósito, un entrenador que está haciendo una campaña peor que las de sus antecesores y un plantel que bien podría ser el de un equipo de segunda línea de nuestro campeonato.
PUBLICIDAD
Por eso resulta imposible no empatizar con sus hinchas -obviamente, hablando de los pacíficos- y su impotencia, al volver en masa al Estadio Nacional solamente para ver el enésimo papelón de su escuadra en los tiempos recientes. Los clásicos, tanto ante Universidad Católica como contra Colo Colo, están devaluados porque ya ni siquiera son “partidos aparte”, como dice el cliché, pues el favoritismo siempre corre por cuenta de “cruzados” y “albos”, y finalmente se refrenda en la cancha.
Lo otro rescatable de esta “U” que lleva cuatro años dando pena son sus juveniles. Sin embargo, en un club que se denomina “grande”, los chicos que hacen sus primeras armas deben estar acompañados por referentes que los guíen, no ser los salvadores, como está pasando con Lucas Assadi y Darío Osorio.
Aquí es donde hay que apuntar directamente a los dirigentes, ya que a esta plantilla le lloraba un lateral izquierdo y lo sabíamos todos antes de que empezara el torneo, pero el discurso era que había dos jugadores de la casa en ese puesto y querían apostar por ellos. En otras palabas, eran más baratos.
Pero lo barato cuesta caro y la UC se aprovechó de ese flanco débil, con Mauricio Isla -que en épocas normales estaría jugando de “azul”- dándose un festín. Así, de visita, ganó trotando y sigue acortando la brecha histórica entre ambas universidades.
A la “Franja” le sobra todo lo que le falta a su archirrival. Tiene una directiva paciente y que da la cara en los momentos difíciles, un DT probado y un grupo de futbolistas lleno de jerarquía, que más allá de una temporada complicada, han engrandecido a la institución como nunca.