Jaime Rojas partió, en 1997, con 27 años a probar suerte a Indonesia. Luego de hacer su formación como futbolista en Universidad Católica, donde debutó profesionalmente antes de pasar un par de temporadas en Osorno, “Jimmy” quería tener una experiencia en el extranjero y encontró la oportunidad de jugar en el Sudeste Asiático, donde se instaló definitivamente.
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Aunque vive en Bali, el exmediocampista estaba en la capital, Yakarta, haciendo el curso de entrenador cuando ocurrió la tragedia en el partido entre el Arema y el Persebaya Surabaya, que dejó más de un centenar de fallecidos.
“Me llaman amigos de todo el mundo para preguntarme, todos impactados con esta noticia”, parte contando Rojas, quien añade que, de momento, se ha paralizado la competencia indonesia y que entiende que “la liga local tendrá un fuerte castigo”.
“Es fuerte todo esto… Me llega de cerca, porque jugué en el Arema tres años”, confiesa el exjugador. “Ya no dan ganas de querer dirigir con estas noticias”, agrega.
Rojas también intenta explicar lo sucedido.
“Lo que se sabe aquí es que la policía y los militares actuaron mal. Se investigará a fondo con todos los responsables”, dice. “Sólo había hinchas del Arema y no se veía venir algo así, pues no había público visitante, por miedo a que pasara algo. Pero vendieron más de las entradas que correspondía, la barra se molestó con la derrota local, y la policía y los militares se pasaron, repartiendo golpes y gases lacrimógenos... La gente, queriendo escapar, se caía y eran pisoteados...”, relata Rojas.
“Los policías son peores que las barras bravas: toman las medidas como quieren”, sentencia el chileno avecindado en Indonesia.
“Es terrible. Huele a castigo. Pero... ¿A quién? ¿A la barra? ¿A los policías? ¿Al club?”, se pregunta Rojas, quien remata con una reflexión: “No es necesario actuar así. Menos público, más reglas y, ante todo, respeto. No es necesaria la violencia y menos quitarle la vida a nadie”.