Con Peso Pluma haciendo de las suyas luego de echarle flores a su ex Nicki Nicole, muchos están “impaktados” (con k) de que un “hombre como él” pueda engañar a una mujer como la argentina, que es un bellezón. Como que se van enterando de que feo o bonito o alto o bajito, los hombres se tienen una confianza para engañar apoteósica y cualquier persona puede hacerlo sin importar su físico.
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En el rosario de insultos, la lluvia de comentarios horribles que le llueven al cantante (que parece más aguacero latinoamericano luego de un día caluroso), a Peso Pluma le critican que siendo él tan “feo” haya engañado a una mujer tan bonita, porque en la lógica más superficial, alguien “lindo” solamente le hace un “favor” a la persona menos agraciada de la relación. Como si no existieran cosas como la atracción, que es inexplicable, la química y la compatibilidad, entre otros factores. Y como si los hombres, en un sistema patriarcal, no consiguieran mujeres así ellos no fuesen Brad Pitt (y en Latinoamérica no lo son y así exigen).
Todos mienten, como dice el Dr. House y no tiene nada que ver con el físico como le pasó a Peso Pluma
Ahora bien, hay que recordarle a la indignada audiencia que cualquier persona engaña por muchas razones, aunque sea por la muy cobarde razón de no terminar cuando se debe. Cualquier persona. Piqué, Brad Pitt, Ariana Grande. Vicente Fernández. Su papá. Su tío. Abuelo. Abuela. Eso no tiene nada que ver con cómo luzca la persona.
Así que si al menos van a insultar al cantante de marras, que no le reprochen que él debía fidelidad a su pareja por ser “la más bonita”. Cuántas mujeres bonitas del espectáculo no han sido engañadas (y han basado sus carreras en ello, porque no lloran sino facturan), mujeres de la cotidianidad.
Cuántos hombres guapos no han sido engañados también: lo que le pasó al actorazo de Colin Firth, un caballero inglés de esos que más de una se sueña, el señor Darcy de Bridget Jones, para la muestra de un botón.
Es hora de reevaluar el aspecto físico en la infidelidad.