“Todavía cuando los niños escuchan el sonido del organillo vienen a verlo y se quedan a oírlo”, comenta orgulloso Carlos Carrasco, cuarta generación de músicos de este tradicional instrumento. Incluso aún le preguntan por el loro, pero por determinación del SAG (Servicio Agrícola y Ganadero), ya no pueden tenerse como mascota en estos carritos musicales.
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Fue en una calle interior de Ñuñoa, cerca de la conocida y bohemia plaza de la comuna, que encontramos a Carlos preparando su organillo para salir a recorrer los alrededores. “Se camina harto, pero vale la pena. Se entrega un poco de alegría a la gente, también se venden regalitos que le agradan mucho a los chicos”, asegura a Esfuerzo Pyme y Publimetro.
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“Aunque los niños se acercan, los que más disfrutan con la música son los papás y abuelos. Ellos traen a sus hijos y nietos”, explica Carlos, mientras llena de remolinos, espadas de plástico, masas, cuadernos para pintar, muñequitas y los infaltables pop it de diferentes formas y tamaños su carrito con el que recorre por horas las calles de varias comunas de la Región Metropolitana.
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Cuatro generaciones
Fue el abuelito materno, Manuel Lara, quien llevó el oficio a la familia. “No sé cómo aprendió. Nunca se lo preguntamos, como que era parte de él. Nadie se cuestionaba eso y él al enseñar a sus hijos y nietos, lo hacía con tal orgullo que sabíamos que era parte de su vida”, relata Carlos.
Mientras les enseñaba este arte tradicional, el abuelo Manuel contaba que los primeros organillos eran alemanes, que después se empezaron a fabricar en Chile como por ejemplo el que ahora engalanan para el recorrido.
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- ¿Cuántos de la familia continuaron la tradición del abuelo Manuel?
- Cuatro, entre sus hijos y nietos.
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- Y tú, ¿por qué escogiste seguirla?
- Como homenaje a mi abuelo, quien falleció hace cuatro años. Es una manera de perpetuar su tradición.
- ¿Tienes a quién enseñarle?
- Tengo dos niñas, la mayor como que sí, como que no; la más chiquita está muy entusiasmada.
Se vive
Cada vez es más difícil encontrar organilleros y también quienes arreglen estas cajas de música formada por un órgano de tubos portátil y un sistema mecánico, casi de relojería, que logra seis melodías.
- ¿Cuáles son las que tú interpretas?
- Cumpleaños Feliz, Las Mañanitas, Pobre Pollo, Hace un año y El adolorido, estas últimas de Antonio Aguilar. Todos los organillos tienen las mismas melodías.
- ¿Se puede vivir de esta tradición?
- Cada vez cuesta más, pero es como cualquier pega: hay que poner empeño, ganas y cariño. Este carrito es mi trabajo, mi emprendimiento y orgullo, porque me enseñó mi abuelo y es el mayor tesoro que tenemos como familia.