John Espinoza llegó a Maitencillo desde su natal Villa Prat buscando trabajo. En el balneario de la Región de Valparaíso conoció a don Luis Zepeda, quien junto con acogerlo le dio la opción de trabajo que buscaba y además le enseñó el oficio de barquillero.
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De eso ya 23 años. “Era los tiempos en que se recorría la playa con el tarrito atrás. Con él fui aprendiendo el oficio, conociendo a la gente y lo más importante, me enseñó a hacer barquillos”, relata Espinoza a Esfuerzo Pyme y Publimetro.
Pasaron los años, don Luis se retiró y Johnny “heredó la playa”. Ya conocía a la gente que era residente en Maitencillo y también a los veraneantes habituales. “Muchos de los niños que me compraban en mis inicios los vi convertirse en jóvenes y luego en papás y mamás. Y que a lo largo de todo ese tiempo te saluden con la misma emoción, que les cuenten a sus hijos que el Johnny vende los mejores barquillos, me llena el corazón”, comenta.
Pensar en el negocio
Sin conocer conceptos de marketing o de publicidad, Johnny supo sacar adelante el negocio, hacerlo crecer y consolidar una marca conocida. Y todo lo hizo por instinto, “con sentido común. Cambié el envase, para mejorar la presentación, le puse mi logo”, explica.
Pero lo principal, se preocupó de mantener la calidad de sus barquillos, su elaboración estrella. “En la calidad de los ingredientes, en eso no transo porque todo lo que se hace con cariño. !!Queda más rico!!”, aclara. Luego agregó más productos a la línea y también hizo contacto con otro emprendedor para sumar las palmeras a su oferta.
“Ahora tengo una barquillería en Puchuncaví, donde se puede ir a comprar para llevar y la once. Se llama Barquillería Johnny 2.0 y su Instagram es @barquilleria_johnny2.0. Tengo hartos planes y con la ayuda de la mamá de mis hijos los estoy concretando. Vamos a ir creciendo, lo sé”, asegura feliz.
Pandemia
- ¿Cómo pasaste la pandemia?
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- Fue dura, pero me sirvió para probar otras preparaciones como barquillos rellenos de manjar, pero de buen manjar, y con tapas de chocolate. Así fui reinventándome, usando el Instagram para vender a mis clientes habituales. Se los iba a dejar a domicilio. Me arreglé.
- Recién hablabas de más planes, ¿puedes contar algunos?
- Quiero llevar estos barquillos a Santiago. Sé que van a tener muy buena recepción. Muchos de clientes en Maitencillo me dicen que debería instalarme allá. Estoy tan entusiasmado que analizo dejar mi trabajo de manipulador de alimentos en un colegio, que es un sueldo fijo, por ir a Santiago.
- Una apuesta con todo.
- Con toda la confianza para ir a Santiago.
- ¿Dejarás la playa?
- No, por ningún motivo. Acá partí, acá la gente me conoció y no abandono mis inicios.
Emprendedor
John Espinoza tiene en sus ojos, y así se refleja también en su voz, esa fuerza que convierte a las personas en emprendedores. ¿Y cómo se nota eso? Porque al hablar de sus productos destaca e insiste que su principal ingrediente es el cariño y la pasión que le pone al hacer sus barquillos, y agradece en lo que vale todo lo que ha logrado. Y como dice su slogan: Todo lo que se hace con cariño. ¡¡Queda más rico!!
- ¿Qué característica personal te hizo avanzar hasta dónde estás y querer más?
- El hambre, pero no de alimentarme sino de crecer y progresar, esa es la fuerza que me ha ayudado como emprendedor. Vengo de una familia muy humilde. Viví mi infancia en la Villa Prat, en la comuna de Sagrada Familia, provincia de Curicó, Región del Maule. Pasamos hambre y frío, a veces no había comida suficiente, y eso me hacía soñar con más, no amargarme, sino querer surgir por mí y mi familia.
- ¿Qué tipo de sueños?
- De trabajar para cambiar el hambre de alimento por hambre de querer crecer, desarrollarme y demostrar que, con trabajo y pasión, se puede. Me preguntas por mi sueño: convertirme en una persona de la que mis padres y mis hijos se sientan orgullosos.