A fines de enero, Canadá sorprendió al mundo aprobando la utilización de drogas psicodélicas para tratar ciertas enfermedades mentales, entre ellas, la depresión. De esta manera, sustancias como LSD, MDMA (éxtasis) y psilocibina (principal psicoactivo de los hongos alucinógenos) podrán ser solicitadas por los profesionales de la salud para personas con padecimientos graves o potencialmente mortales, cuyos tratamientos convencionales hayan fracasado, no sean adecuados o no estén disponibles.
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La noticia repercutió en todo el planeta y también en Chile, donde los expertos ponen la voz de alerta. “Me parece anticipado que los canadienses estén tomando decisiones con evidencias científicas tan limitadas. De hecho, en el mismo informe se plantea que los psicodélicos son ineficaces y van acompañados de efectos secundarios negativos. Es muy precoz abrir el uso, poco responsable”, advierte el psiquiatra Mariano Montenegro, integrante de la Asociación Médica para la Prevención (AMP).
Pablo Salinas, director del Departamento de Psiquiatría Oriente de la Universidad de Chile, coincide con su colega. “Esta aprobación que hace Canadá es muy restringida y requiere de una autorización del gobierno, lo que me parece que pone de manifiesto que la evidencia recogida no es suficiente”, argumenta el especialista.
El presidente de AMP, Humberto Soriano, extrapola lo ocurrido en suelo canadiense y lamenta las consecuencias que podría tener. “Es un error, porque hay mejores fármacos para la depresión y porque baja la percepción de riesgo al uso de estas sustancias en forma recreativa”, previene el pediatra.
“No parece un ejemplo a importar”
Salinas cuestiona el procedimiento realizado por los canadienses para esta aprobación y hace un llamado a las autoridades chilenas. “No queda muy claro cuál es la finalidad de esta autorización, sobre todo cuando se despega de lo que es habitual en el desarrollo y uso de fármacos, que tienen una clara racionalidad en todas sus etapas. Dicho esto, no parece un ejemplo a importar”, avisa el psiquiatra.
Ante la posibilidad de que esto se debata en nuestro país, Montenegro pone todos los argumentos sobre la mesa, incluido el económico. “Yo espero que todas las discusiones que tengamos estén a cargo de la autoridad sanitaria, responsable de la seguridad de los tratamientos en Chile, sin influencias políticas, sin ideologías, sin fanatismos y sin el dinero, porque se plantea que el mercado global de los psicodélicos podría rondar los 7.600 millones de dólares en el 2028. El remedio no puede ser peor que la enfermedad”, comenta el ex director del Senda.
“Acá, más que promocionar drogas psicodélicas, tenemos que preocuparnos de que no se legalice la marihuana, pues eso sería un tremendo daño para niños y adolescentes, al bajar la percepción de riesgo y aumentar el consumo”, complementa Soriano. “Hay que copiar las cosas acertadas que hacen en países más desarrollados, como Islandia, donde se preocupan de la prevención”, cierra el presidente de AMP.