Una pequeña laguna en los Andes del sur de Perú, la laguna de Cconchaccota, eje de la vida de toda una comunidad, se secó hasta quedar convertida en una planicie de tierra resquebrajada en medio de una dura sequía que ha aquejado a rincones de todo el mundo.
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De acuerdo con un reporte de The Associated Press, expertos afirman que los Andes del sureste peruano soportan su periodo más seco en casi medio siglo. Según datos oficiales, el mes de octubre tuvo una ausencia marcada de lluvias similar a la del mismo mes de 1976. “Es un valor récord”, dijo Yuri Escajadillo, climatólogo del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi).
Según el Índice de Precipitación Estandarizado (SPI, por sus siglas en inglés) -que se usa a nivel internacional para definir sequías en una serie de escalas de tiempo- la región obtuvo un valor de -2, lo que se califica como “extremadamente seco”.
La población subsistía con la laguna
En Cconchaccota no hay agua potable, desagües, ni telefonía pese a que la región a la cual pertenece recibió 50,4 millones de dólares en lo que va del año por la explotación de una cercana mina de cobre, la novena más grande del mundo llamada Las Bambas.
Vilma Huamaní, de 38 años, contó que recuerda que en la laguna habitaban truchas, los niños nadaban, los flamencos andinos llegaban volando sobre las montañas y las ovejas bebían de sus orillas. “Totalmente se ha secado”, dijo Huamaní, quien indicó que el periodo de lluvias no ha llegado pese a que solía comenzar en septiembre.
Por otra parte, la siembra de papa - que es casi el único cultivo que crece - se ha retrasado, por lo que sus habitantes creen que podría haber escasez de alimentos en los próximos meses. Estos días los vecinos de Cconchaccota se alimentan con las reservas que poseen del tubérculo, que fue deshidratado mediante una técnica de la época de los Incas para sobrevivir durante las hambrunas.
Según reportó AP en un recorrido que realizó, la comunidad tiene ovejas muertas en las mesetas con escaso pasto amarillo y corderos tan débiles que apenas podían sostenerse en pie. John Franklin Challanca, un pastor de 12 años, relató que su familia acumula medio centenar de ovejas muertas. “Los animales están puro hueso”, comentó sobre las que aún están vivas.