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Columna de Beatriz Sánchez: Las Fuerzas Armadas

Hoy la atención está puesta sobre el patrimonio, investigado por la fiscalía, del ex comandante en jefe del Ejército Juan Miguel Fuente-Alba. También sobre el llamado «Milicogate», que es este tremendo desfalco en el Ejército de la ley reservada del cobre y sus aristas; que es investigado por la justicia militar y la justicia civil en paralelo.  Además están los casos de violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, que son procesos que llevan -muchos de ellos- 40 años en la justicia, algunos sin la verdad completa de lo ocurrido.

¿Hay algún hilo conductor? ¿Cómo relacionamos todo lo que pasa? ¿Se pueden analizar cómo casos separados? ¿Hay acaso una lógica común que se pueda leer?

Yo creo que sí, yo creo que existe.

Es la escasa subordinación del poder militar al poder civil. Aún hoy. Ahora, cuando vivimos el año 2016.

El periodista Mauricio Weibel -autor de la investigación sobre «Milicogate» y del libro «Traición a la Patria»- lo definió muy bien. No son palabras suyas, reproduce algo que le dijo un asesor del mismo Ministerio de Defensa: «Nosotros hacemos como que mandamos y los militares hacen como que nos obedecen». Es allí donde está el problema, allí encontramos el hilo conductor, es la explicación de lo que vivimos y que se refleja hoy mismo en la portada de los diarios, las radios y la TV.

Las Fuerzas Armadas son reparticiones públicas. Un comandante en jefe del Ejército, un coronel de la Fuerza Aérea, un capitán de la Marina son funcionarios públicos.  Pero todos gozan de un estátus, de una organización, de un funcionamiento que es muy distinta y distante de cualquiera otra repartición pública.

Cómo se puede aceptar que con la excusa del «secreto de la defensa nacional» no exista control alguno sobre los gastos que realizan. Cómo es que aceptamos como estado que haya tantas zonas grises, tan poca transparencia en gastos de miles de millones de dólares. Cuando en Chile es discusión nacional la transparencia y la honestidad en la utilización de los dineros, parece haber una excepción a las Fuerzas Armadas con la venia del Ministerio de Defensa.

¿Podemos entender que después de conocer el caso «Milicogate» no exista nadie dentro del alto mando del Ejército que se haya responsabilizado? ¿No existen responsabilidades administrativas y de mando, en la institución más jerarquizada del país? ¿No hay renuncias… ni solicitud de renuncias? ¿Por qué?  La única explicación que encuentro, es que no existe un real mando desde el poder civil al militar. Las Fuerzas Armadas, hoy, se mandan solas, sin control del Estado.

Esto no sólo es preocupante y peligroso para nuestra seguridad nacional. Sino que le hace un enorme daño a instituciones que se han ido quedando en el tiempo. Que aún se concentran en las guerras que podrían venir y no en modernizarse para transformarse en fuerzas armadas volcadas a la ciudadanía, con vocación democrática y participantes en nuestras relaciones internacionales. ¿Cómo es que aún aceptamos que exista en ellas un clasismo anticuado de los oficiales y los suboficiales? Donde unos NO se mezclan con los otros, con comedores, dependencias, casas y hasta centros de vacaciones distintos. Esto no es tema.

Tampoco es tema el que se mantengan estátus distintos. La realidad de las Fuerzas Armadas, respecto al resto de los chilenos. Su presupuesto esta predefinido y a todo evento y viene directamente del cobre. Su sistema de previsión y de salud es distinto y mucho mejor que el del resto de los chilenos. Y es un tema que no se aborda, no se discute, ni siquiera se pronuncia en el debate público.

La justicia militar. Pese a estar contenida la propuesta de modificaciones en todos los gobiernos post dictadura, tampoco ha sufrido cambios. La justicia militar es una suerte de «triángulo de las Bermudas» de la justicia. Es secreto, tiene lógica de rangos y sus sanciones son evidentemente distintas a la de la justicia civil. Esto tampoco es tema.

Vuelvo a preguntar: ¿por qué no son temas en el debate público? Respondo: porque no existe un real dominio del poder civil por sobre el poder militar.

Se puede intentar avanzar en las investigaciones. Se puede intentar descubrir toda la verdad del «Milicogate».  Se puede saber si el patrimonio del ex comandante en jefe del Ejército es legal o no. Pero si no hay un cambio de fondo, si no se supedita el poder militar totalmente al civil, con exigencia de información y transparencia, los casos «Milicogate», los casos «Fuente-Alba» no sólo se van a repetir, sino que van a gozar de muy buena salud.

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